sábado, 1 de octubre de 2016

Del color de la leche - Nell Leyshon



Título: Del color de la leche
Autora: Nell Leyshon
Publicación: Sexto Piso, 2013
Páginas: 171

Elias Canetti escribió que en escasas ocasiones las personas logran liberarse de las cadenas que las atan para, inmediatamente después, quedar sujetas a otras nuevas. Mary, una niña de quince años que vive con su familia en una granja de la Inglaterra rural de 1830, tiene el pelo del color de la leche y nació con un defecto físico en una pierna, pero logra escapar momentáneamente de su condena familiar cuando es enviada a trabajar como criada para cuidar a la mujer del vicario, que está enferma. Entonces, tiene la oportunidad de aprender a leer y escribir, de dejar de ver «sólo un montón de rayas negras» en los libros. Sin embargo, conforme deja el mundo de las sombras, descubre que las luces pueden resultar incluso más cegadoras, por eso, a Mary sólo le queda el poder de contar su historia para tratar de encontrar sosiego en la palabra escrita.

En Del color de la leche, Nell Leyshon ha recreado con una belleza trágica un microcosmos apabullante, poblado de personajes como el padre de Mary, que maldice a la vida por no darle hijos varones; el abuelo, que se finge enfermo para ver a su querida Mary una vez más; Edna, la criada del vicario que guarda tres sudarios bajo la cama, uno para ella, y los otros para un marido y un hijo que no tiene; todo ello, enmarcado por un entorno bucólico que fluye al compás de las estaciones y las labores de la granja, que cobra vida con una inocencia desgarradora gracias al empeño de Mary de dejar un testimonio escrito del destino adquirido, al cual ya no tiene la posibilidad de renunciar.

Mis impresiones

Fue desde el preciso momento en que conocí la existencia de este libro cuando supe que tarde o temprano acabaría leyéndolo. Después reseña tras reseña fueron aumentando mis ganas de ponerme con ella hasta que hace unos días encontré el momento idóneo.

Como lectora Del color de la leche me ha hecho pasar a lo largo de su breve extensión por ciertas fases que no se producen con todos los libros que pasan por mis manos. De la sorpresa inicial por su forma narrativa pasé a cuestionarme a donde quería llevarme la autora, me equivoqué varias veces al anticiparme a su trama y finalmente me sobrecogí con un final que me pilló totalmente desprevenida.  Me gustan los libros que te remueven por dentro porque eso quiere decir que no hemos pasado en balde por ellos, que al menos te han dejado alguna sensación.
“éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano.
en este año del señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas. veo pájaros y los pájaros llenan el cielo con sus gritos. veo los árboles y veo las hojas.
quiero contarte lo que ha pasado pero tengo que tener cuidado de no apresurarme como hacen las vaquillas en la entrada, porque entonces iré por delante de mí misma y puedo tropezarme y caerme y de todas maneras tú querrás que empiece por donde se debe empezar.”

Esta es la manera con la que se nos presenta Mary, una joven campesina de catorce años cuyo pelo es del color de la leche y a la que ni siquiera un defecto de nacimiento en su pierna izquierda libra del trabajo duro. También conocemos a su familia: el padre, autoritario y violento, vive amargado por la ausencia de hijos varones con los que compartir la carga, la madre, silenciosa, está supeditada a  los deseos del hombre de la casa y las tres hermanas, que callan y trabajan. Corre el año 1830 y todos viven en una granja de la campiña inglesa.

Cuando el padre establece un acuerdo con el vicario de la comarca para que una de sus hijas se mude y trabaje como sirvienta en la casa  de este es sin duda Mary la elegida.  Para la familia, eliminar a la más lenta y torpe a cambio de unas cuantas monedas es la mejor opción a pesar de que Mary se opone a separarse de su abuelo, el único miembro del que recibe cariño. Allí tendrá que ocuparse entre muchas otras cosas de cuidar a la esposa del vicario mientras dure la enfermedad que ha debilitado su salud hasta el punto de postrarla en un cama.

En contra de su voluntad la joven es obligada a mudarse allí. A pesar de que en casa del vicario el trabajo es menos duro que en la granja y en cierto modo cuidan de ella Mary solo quiere volver a su casa, a su granja, al único mundo que conoce. Pero allí, colina arriba, le ofrecerán una posibilidad única que hasta ahora no había surgido. Allí aprenderá a leer y escribir de forma que esas manchas negras de los libros de pronto se convierten en frases con sentido. Pronto descubrirá que alto precio a pagar por cada palabra escrita….

Pobre, mujer y con un defecto físico, Mary es uno de esos personajes que calan hondo en el lector y están predestinados a permanecer en la memoria durante mucho tiempo a pesar de que no está diseñado para despertar la compasión del lector, al menos desde el incio. Es la protagonista y narradora de esta historia. Su voz, desprovista del tono dramático que cabría esperar dadas sus circunstancias, me ha parecido honesta, humilde, práctica pero a la vez fuerte y muy capaz de decir de forma muy directa todo aquello que le pasa por la cabeza, sin sensiblerías, sin detenerse a averiguar si puede herir o no a los demás. He de reconocer que en ciertos momentos de la historia me ha costado comprenderla porque quizás no encontraba sus motivaciones o no entendía su forma de razonar. No era el personaje, sino yo y no ha sido hasta el final que lo he visto todo con una claridad pasmosa. Es un personaje en cierto modo muy simple pero que por ello engendra gran complejidad.

Los escenarios en que se desarrolla la acción están muy delimitados y nos ayudan a conocer algunas de las costumbres de la Inglaterra rural y pobre de principios del XIX (donde existía carencia de todo hasta de alimentos) con su  contraposición en una casa donde los lujos no faltan. Con este aspecto tan cuidado y tan representativo en la historia el lector se lleva unas imágenes muy determinadas.

Una de las grandes particularidades de este libro es la forma en que está escrito. Su ruda sintaxis, el estilo pobre y directo, la ausencia de mayúsculas o signos de puntuación obedece a que la narradora, Mary, acaba de aprender a escribir y lo hace como le sale, a borbotones. En principio puede parecer incomodo y no digo que no lo sea en ciertos momentos. Pero al final no te queda otra que acostumbrarte y te acostumbras. Quizás, y es mi única pega,  hubiese resultado más lógico que el personaje cometiera algunos fallos más al escribir o desconociera el significado de ciertas palabras. De todas maneras está forma tan particular aporta cierta cercanía y familiaridad con respecto al personaje.

A modo de confesión y con el objetivo muy claro de llegar a un punto en concreto nos va retando como han sido los últimos meses de su vida para llegar a un final que nos deja descorazonados. Y no es un mal final.

Conclusión

Del color de la leche es una curiosa novela en la que más allá de su historia, su mayor logro radica en su protagonista. Una voz inolvidable con multitud de tonos y colores que va generando distintas sensaciones en el lector. Una novela en que hay que leer entre líneas y buscar más allá de la simpleza del texto.