Título: La intrusa
Autor: Éric Faye
Publicación: Salamandra, enero de 2013
Páginas: 107
Obra ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa, esta novela de Éric Faye —autor reconocido por plantear con sencillez los grandes temas que afectan al hombre moderno— se basa en un caso real para explorar el influjo que la memoria de los lugares que habitamos ejerce sobre nuestra conciencia.
De profesión meteorólogo, Shimura lleva una vida solitaria y metódica que transcurre con precisión milimétrica entre el trabajo y su casa, un microcosmos de orden y pulcritud a las afueras de Nagasaki. Sólo el canto ensordecedor de las chicharras es capaz de alterar una rutina tan previsible hasta el día en que Shimura cree percibir pequeños cambios en la impoluta organización de su hogar: un yogur que desaparece de la nevera, el zumo de naranja que se evapora, la tetera fuera de su lugar habitual. No parece obra de un ladrón, pues todos los objetos de valor siguen en su sitio. ¿Se trata, pues, de una amante despechada, de un espíritu en busca de venganza, o incluso peor, de una alucinación? Para dilucidarlo, Shimura instala una cámara en la cocina y, perplejo, descubre la presencia de una mujer desconocida, una intrusa que lleva un año viviendo en un armario de la casa. Al exponer con exquisita sensibilidad los vericuetos de su mundo interior, la historia de Shimura adquiere una resonancia universal. De manera casi imperceptible, la novela cuestiona nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás, y su lectura perdura como un temblor de tierra, inofensivo pero indeleble.
De profesión meteorólogo, Shimura lleva una vida solitaria y metódica que transcurre con precisión milimétrica entre el trabajo y su casa, un microcosmos de orden y pulcritud a las afueras de Nagasaki. Sólo el canto ensordecedor de las chicharras es capaz de alterar una rutina tan previsible hasta el día en que Shimura cree percibir pequeños cambios en la impoluta organización de su hogar: un yogur que desaparece de la nevera, el zumo de naranja que se evapora, la tetera fuera de su lugar habitual. No parece obra de un ladrón, pues todos los objetos de valor siguen en su sitio. ¿Se trata, pues, de una amante despechada, de un espíritu en busca de venganza, o incluso peor, de una alucinación? Para dilucidarlo, Shimura instala una cámara en la cocina y, perplejo, descubre la presencia de una mujer desconocida, una intrusa que lleva un año viviendo en un armario de la casa. Al exponer con exquisita sensibilidad los vericuetos de su mundo interior, la historia de Shimura adquiere una resonancia universal. De manera casi imperceptible, la novela cuestiona nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás, y su lectura perdura como un temblor de tierra, inofensivo pero indeleble.
Mi experiencia con la novela
Poner demasiadas expectativas sobre un título puede resultar peligroso y en muchas ocasiones nos hace toparnos con un pequeño fracaso y correspondiente decepción. Ante los inmensos halagos recibidos por la novela La intrusa, de Éric Faye publicada por Salamandra a principios de año, que resultó galardonada con el Premio de Novela de la Academia Francesa entre muchos otros y la fascinación que había surgido en mí la historia esperaba encontrar en esta pequeña novela mucho más de lo que al final me ha sugerido. Y no estoy diciendo que la novela me parezca mala, que no lo considero en absoluto, sino que no ha conseguido cumplir las altas expectativas que había puesto en ella.
La historia está inspirada en una noticia que publicó la revista japonesa Asahi en el año 2008 –y que a mí me llamó muchísimo la atención por entonces- y que incluso llegó a hacerse eco la prensa de nuestro país. Hay veces en que la realidad supera la ficción y la actualidad nos trae insólitos hechos que ni las mentes más ingeniosas hubieran podido imaginar.
La intrusa nos cuenta como Shimura-San, meteorólogo de profesión, soltero a sus 56 años de edad, lleva una vida ordenada y metódica en la comodidad de su hogar situado en la ciudad de Nasagaki. Todo su equilibrio y tranquilidad se rompe cuando comienza a echar en falta algunos alimentos que desaparecen misteriosamente de la nevera. Primero es un yogur, mas tarde el zumo se evapora y algunos objetos cambian misteriosamente de lugar. Si en un principio lo achaca a sus propios despistes poco después el miedo comienza a invadirle y sospecha que alguien tiene las llaves de su hogar y entra a escondidas. Esta es la razón por la cual instala en la cocina una cámara de video que grabe lo que ocurre mientras él se encuentra ausente.
Y es así como, desde su puesto de trabajo en la central meteorológica, descubre que, sin saberlo, lleva compartiendo techo desde hace tiempo con una mujer que se ha instalado en el altillo de un armario y aprovecha la soledad para campar a sus anchas.
Prometedora historia la que se nos presenta y cuyo planteamiento ocupa la mitad de la extensión del libro por lo que en la segunda etapa nos queda simplemente esperar su desenlace. Y es que a mí me parece que el autor podría haberle sacado mucho más partido si en vez de cernirse a relatar los hechos tal y como fueron (más o menos) hubiese dejado volar su imaginación y completado la historia con más elementos ficticios de su parte que enriquecieran una trama que resulta demasiado lineal, austera y parca que promete sorprendernos pero que, por alguna razón, en mi caso no la ha conseguido.
A Shimura, el protagonista de la historia, el hecho de tener una intrusa dentro de casa -un hecho sumamente extraordinario- le cambia la vida y le perturba la existencia. Su yo individual comienza a desdibujarse para tener realmente consciencia de todo lo que le rodea y que él solo representa una parte minúscula y casi sin importancia del mundo en el que vive. A la vez le hace plantearse que hay personas que tienen realidades diferentes a la suya, que no todo el mundo está instalado en la placidez de un trabajo estable o un hogar. Vivimos en una rutina diaria, nos acostumbramos a ser el centro de nuestro propio universo, ajenos a la realidad, sin plantearnos que hay fuera de nuestro entorno, sin implicarnos en la vida de los demás.
A Shimura le conoceremos algo más pero la mujer a la que ni siquiera dota de un nombre se nos presenta como una figura desdibujada y algo ambigua. Conoceremos como llegó a la casa, como se hizo un espacio propio e incluso las motivaciones que la llevaron a ello pero de forma un tanto somera y quizás algo artificiosa. Pero los dos personajes no son tan diferentes entre sí. Ambos han cumplido la cincuentena, ambos se encuentran sin vínculos familiares ni afectivos y su vida transcurre de forma solitaria. Aunque mientras el hombre representa el desapego porque sólo ocupa en una casa y la mujer la nostalgia, que no ha elegido al azar y ha construido en ella su hogar.
El libro nos presenta multitud de conatos de reflexión que deberá ser el propio lector quien los desarrolle porque el autor cuando comienza a elaborar una línea interesante nos deja prácticamente en un coitus interruptus y se desvía hacia otro tema. Faye nos plantea si dos personas que han convivido pueden no llegar a conocerse, que lo podemos aplicar a la novela o extrapolar a aquellas parejas que después de vivir juntos una eternidad poco saben el uno del otro. Durante casi un año sus vidas podrían casi emular una vida de pareja que no sería del todo ajena a la realidad de muchas otras. Y se pregunta si dos personas que nunca han estado cara a cara, que no se han relacionado directamente pueden establecer algún tipo de vínculo afectivo.
La novela se nos narra en primera persona a través de sus protagonistas. Primero comienza la voz de Shimura a relatar para después cederle el turno a la intrusa. Casi de forma introspectiva vamos conociendo a dos personajes. Los dos aspectos más interesantes suponen sin duda, el cambio que se produce en el protagonista a raíz de conocer la historia y las motivaciones de la mujer para actuar como lo hizo, que no dejan de ser de una simpleza extraordinaria.
El estilo del autor es sencillo y conciso aunque firme y efectivo de forma que expone los hechos tal y como van sucediendo. La prosa está totalmente exenta de adornos y filigranas que da paso a un relato pausado, austero en acción y de gran linealidad que se lee de una sentada por su corta extensión de poco más de cien páginas. El relato está salpicado de sutiles ideas sobre la existencia, la soledad, la fragilidad de nuestra vida y como nuestra tranquilidad puede verse afectada de un día para otro.
Lo que sí creo es que el autor ha conseguido plasmar a la perfección es la concepción japonesa sobre la literatura, minimalista, llena de silencios, otorgando importancia más que a lo que se dice a lo que se sugiere.
Conclusión
A pesar de todo La intrusa me parece una obra interesante que tener en cuenta aunque creo que se podría haber recreado y elaborado una historia mucho más emocionante, tal y como yo esperaba.