Título: La vida
de las paredes
Autora: Sara
Morante
Publicación:
Lumen, mayo de 2015
Páginas: 160
La vida de las
paredes es la historia de un
caserón de principios de siglo XX y de sus habitantes, una peculiar comunidad
de vecinos que comparten sus vidas en torno a una escalera.
Sara Morante dibuja
retratos de tinte surrealista enmarcados en un realismo casi costumbrista a
través de un diálogo muy potente entre texto e imagen. Escenas muy visuales, un
tanto oníricas, que se engarzan para crear una historia común: fotografías o
cuadros que hablan durante la noche y se deslizan de un marco a otro, gárgolas
perversas que cobran vida, una joven famélica desplumando a un jilguero para
comerse hasta los huesos, una mujer que envuelve a su feto entre el hule sucio
y paños de cocina...
Las paredes tienen
vida y Sara Morante sabe poner palabras y color a un mundo insólito en este
libro que incluye más de treinta ilustraciones. La vida de las paredes
muestra el talento de la gran ilustradora en su máxima expresión.
Mis impresiones
Cuántos secretos nos podrían contar las paredes si
tuvieran la capacidad de hablar porque ellas esconden nuestras vidas de los
ojos de los demás. En el interior de nuestros hogares es donde nos desnudamos
por completo, nos despojamos de artificios y nos comportamos realmente como
somos sin trucos ni aderezos. Sin miedo a qué nos miren, nos juzguen o
simplemente sin vernos obligados a tener que dar alguna explicación.
Sobre esta premisa construye Sara Morante (muy conocida
en el mundo editorial por las ilustraciones que ha llevado a cabo de diversas
obras) su historia con una obra de carácter excepcional en la aporta su propio
texto por primera vez. La vida de las
paredes es un precioso libro ilustrado al que estas imágenes convierten en
una obra muy especial. Solo hay que introducirse en ella para saberlo. Y yo que
llevaba media vida afirmando que no me llamaban la atención las novelas
ilustradas he sucumbido por completo al poder de las imágenes.
La historia nos sitúa en el número dieciséis de la calle
Argumosa. En donde ahora se asienta un gran banco y una cafetería hubo una vez,
a principios del siglo XX, un majestuoso caserón custodiado por cuatro gárgolas
y adornado por una gran vidriera. Si miramos en su interior nos encontraremos
con una comunidad de vecinos que comparten pequeños retazos de su vida.
El primer piso al completo es ocupado por Berta Noriega,
la propietaria del edificio, y descendiente de una familia venida a menos. Es
dueña y celosa de su intimidad. No comparte su espacio con nadie, no tiene
animales de compañía y nunca llegó a interesarse por los hombres o desear el
matrimonio. La única pasión en su vida es la música. En el segundo piso
encontramos un piso vacío que se alquila desde que su anterior inquilina murió.
En el otro lado viven los López, un matrimonio en el que cada uno da la espalda
a otro mientras que su hijo de once años a descubierto la historia de este distanciamiento.
En el tercero vive Fernando Ruballo que está a punto de
abrir un establecimiento de lujo para vender entre otras cosas los paraguas que
él mismo fabrica de forma manual. Su vicio secreto es espiar a María, la otra
vecina del tercero. Es un joven humilde que se gana la vida bordando. Un trabajo
que apenas le da de comer y cuando el hambre aprieta busca la compañía puntual de
algún hombre. En el ático hace tiempo vivía un artista con la musa que
inspiraba sus cuadros pero hace tiempo que la dejó allí abandonada. La joven vive
a la espera de que vuelva, presa de la tristeza por la soledad y por el
recuerdo de su malograda carrera como equilibrista en el circo.
La portería está ocupada por Carmen y Emilio que viven
amargamente desde que perdieran a su hijo y con él se fuera su único motivo
para sonreír. Mientras Carmen lo ha aceptado con tristeza, Emilio centra su
atención en una obsesión. Coronando el edificio se encuentran las cuatro gárgolas
que lo presencian todo muy atentas. En mi opinión estas figuras de piedra
pueden representan la consciencia de sus personajes.
Y así nos asomamos a la vida de estos vecinos durante los
cinco días (de lunes a viernes) es que desarrolla la historia. Cinco días en
los que descubriéremos que tras las apariencias cada uno esconde sus propios
secretos. Me gusta mucho la premisa de la parte Sara Morante. Antes de que
comience la historia propiamente dicha nos presenta a los personajes pero lo
hace desde el punto de vista ajeno hablándonos de la imagen que proyectan al
exterior. Luego capitulo a capitulo va bien desmontando esa primera impresión y
dándonos a conocer quiénes son realmente. Cada uno de ellos tiene una vida muy
diferente a los demás con sus propios avatares, sus luchas y miserias.
En La vida de las
paredes nos vamos a encontrar historias de amor prohibido, de superación y
supervivencia, de locura y desesperación, de perdida y abandono. La mayoría de
sus personajes tiene una vida complicada y repleta de sinsabores pero sin duda
lo que comparten todos ellos es la soledad que les acompaña. Sus vidas se van
entrecruzando pero sin traspasar unos límites muy medidos. Algunos personajes
tienen más protagonismo que otros en la historia pero sin duda todos resultan
interesantes.
Hay cierta tristeza en las historias de cada uno de ellos
a pesar de que la autora le infunde un tono bastante aséptico. Tampoco ella los
juzga ni a sus acciones, no los convierte en buenos ni malos y gracias a ello
es el lector quien decide. El desenlace de la novela transcurre justo como
ocurre en la vida real, en la que no podemos poner un punto final claro. No hay
un hecho que se perpetué para siempre sino que las circunstancias van cambiando
de forma constante y nosotros evolucionando hacia un camino u otro.
Y por supuesto no puedo cerrar esta reseña sin hacer
mención a la maravillosa edición con la que Lumen la presenta. A pesar de que
este sello nos tiene acostumbrados a libros de calidad en esta ocasión las
ilustraciones de Sara Morante hacen que sea un verdadero placer tener esta obra
entre las manos. Las imágenes son muy sugestivas y evocadoras de forma que
transmiten toda la intensidad de la historia. Además contribuyen a ambientar y
contextualizar la acción. Por un lado cierto aire vintage acode con la época en que se desarrolla (los papeles
pintados con motivos florales, la estética de los personajes) y por otro porque
nos transmite toda esa melancolía de los protagonistas a través de sus
expresiones.
Conclusión
La vida de las
paredes en una obra con la que cualquier lector disfrutará por la sencillez
de su historia, llena de sutilezas y con las maravillosas ilustraciones con las
que su autora la completa.