lunes, 7 de octubre de 2013

Cartas desde la isla de Skye - Jessica Brockmole



Título: Cartas desde la isla de Skye
Autora: Jessica Brockmole
Publicación: Planeta, septiembre de 2013
Páginas: 278

Marzo de 1912. Elspeth Dunn —una joven escritora que jamás ha abandonado su hogar en la remota isla escocesa de Skye— recibe la carta de un admirador norteamericano. La firma el universitario David Graham y supone para ella una puerta al mundo. 

A medida que los dos se vuelcan en la correspondencia —compartiendo sus esperanzas más atrevidas y sus mayores secretos— su intercambio acaba convirtiéndose en amistad y, con el tiempo, en amor. Cuando estalla la primera guerra mundial, David se alista como voluntario y la correspondencia se trunca. 

Junio de 1940. En plena segunda guerra mundial, la hija de Elspeth, Margaret, se enamora de un piloto inglés. Su madre trata de disuadirla; sabe, por experiencia, lo doloroso que es mantener una relación en tiempos de guerra. Un día Elspeth desaparece dejando unas cartas tras de sí. Margaret se adentra con ellas en un pasado del que nada sabía.

Mi experiencia con la novela

En los tiempos que corren estamos acostumbrados a que la comunicación sea  instantánea.  Bien sea vía email, whats app, SMS, chats o cualquier plataforma estas nos ayudan a recibir de forma inmediata cualquier información, a estar siempre localizados o a tener noticias de cualquiera en cualquier momento. Pero existieron otros tiempos en que no fue así.

Ahora quizás miremos atrás y las cartas nos parezcan algo romántico, nostálgico, una forma de comunicación algo anticuada pero también más personal y cálida. El papel, los trazos que van dibujando letras, la despedida, el pararse a pensar y escribir tranquilamente lo que a uno le sale. En Cartas desde la isla de Skye su autora nos devuelve a este otro tiempo en que las cosas eran de otra manera, en que también se forjaban relaciones a distancia aunque de forma más lenta.

Isla de Skye, Escocia
La historia se desarrolla a través de dos líneas argumentales. En la primera de ellas, situada en la Isla de Skye (Escocia) conocemos a Elspeth Dunn que en el año 1912 es una joven escritora que jamás ha salido de ella. No ha visto más mundo que la porción de tierra que la rodea y su limitada visión del mundo queda plasmada en los poemas que escribe.

Un día recibe la carta de un admirador norteamericano. Él es David Graham, un universitario de Illinois al que ha llegado un ejemplar de un libro de Elspeth y se ha quedado maravillado con sus poemas. Así comienza un intercambio de correspondencia que terminará en una entrañable amistad. A través de las cartas ambos se van conociendo, haciéndose confesiones y narrando sus diferentes vidas. Pero poco a poco los sentimientos se van haciendo más fuertes e incluso convirtiéndose en algo más que amistad. Pero la declaración de la Primera Guerra Mundial lo cambiará todo, incluso dificultará la correspondencia entre ambos sometiéndoles a una dura prueba.

La segunda línea argumental se desarrolla en el año 1940 con la Segunda Guerra Mundial azotando el planeta.  Margaret, la hija de Elspeth trabaja como voluntaria colaborando en el traslado de niños evacuados. Cuando se enamora de Paul, un piloto inglés de la RAF, su madre hará todo lo posible para evitarle un daño que ella misma sufrió a sabiendas de que los sentimientos en tiempos de guerra se confunden y no es bueno fiarse de ellos. Pero poco después Elspeth desaparece y un legado de cartas abre un nuevo mundo para Margaret que comienza a indagar en un pasado desconocido para ella.

Una de las cosas que más me ha gustado es la construcción de los personajes que realiza la autora, sobre todo la figura de Elpesth. Una chica de veinticuatro años que nunca ha salido del entorno rural en el que vive, una pequeña isla del noroeste de Escocia. Su mundo es muy reducido y su tiempo lo emplea entre su marido –del que al principio se cuida de nombrar en sus cartas- y los poemas que escribe. Nadie le impide salir de la isla sino ella misma, que tiene pánico al agua y los barcos. Prácticamente no conoce como es el mundo exterior pero Dave, una persona que representa todo lo opuesto a ella, le hará abrir sus horizontes y a descubrir que mas allá existe otro tipo de vida. David es un joven  universitario que ha visto algo de mundo, bromista y desenfadado, se prepara para estudiar en la facultad de medicina para complacer a sus padres a pesar de que siempre ha querido estudiar literatura américana.  Mientras él consigue trabajo, tiene novia y viaja a Elspeth la vemos encerrada en su pequeña isla en soledad y sin novedades. Estos son dos personajes cuya evolución a lo largo de la novela queda muy patente. La guerra no deja indiferente a nadie y ambos deben madurar a marchas forzadas, ella para superar sus miedos y él para convertirse definitivamente en adulto. Pero ¿Qué fue de ellos tras la guerra? ¿Logró su amor sobrevivir a ella?

La novela está narrada íntegramente de forma epistolar a través de distintos personajes. A partir del  año 1912 son Elspeth y Dave casi de forma exclusiva, los que a través de la correspondencia nos narran cómo se conocen y como comienza su historia de amor. Una historia que empieza con una simple amistad pero que a partir de secretos, confidencias mutuas, comprensión y cariño se torna en algo tan intenso que ambos sienten la necesidad de unirse pero también nos cuentan como cambiarán sus vidas y su relación cuando se declara una guerra que supone un muro insalvable y tendrán que conformarse con mucho menos de lo soñado.

En la parte ubicada en 1940 se amplía el abanico de narradores. Vamos leyendo las cartas de Margaret, las de Paul, las de Elspeth y otros personajes importantes en su desarrollo que nos irán construyendo poco a poco y a modo de puzle lo que ocurrió con Elspeth y Dave.

El estilo de Jessica Brockmole está muy definido, pulcro, cuidado y a la vez ágil aunque en principio pudiese parecer que la estructura no lo permita pero la brevedad de la cartas imprimen cierta velocidad en su lectura. Narrado de forma pausada incluso cuenta con cierto lirismo en muchos momentos. Pero lo más llamativo es que consigue otorgar a través de la cartas cierta entidad a los personajes. Es decir, que muy lejos de estar escritas de similar forma (error en el que caen muchos autores), se reconoce en cada una de ellas a sus personajes, con su forma personal de escribir y sus caracteres. Aunque el punto de vista sea siempre subjetivo al narrador ofrece la oportunidad de explorar a través de sus palabras el entorno, ciertas opiniones sobre algunos temas o como va cambiando el mundo. La autora otorga gran importancia a los sentimientos de los personajes y las transmite perfectamente al lector. El miedo, la incertidumbre, la esperanza pero sin olvidar introducir ciertos toques de ironía, humor e ingenio. Además me han gustado las constantes referencias literarias a escritores como Mark Twain, Allan Poe, Henry James o Walter Scott o cuentos tradicionales y poemas que incluye la historia.

Las dos líneas argumentales se alternan en veintinueve capítulos los cuales se desarrollan a través de las cartas correctamente fechadas y situadas. Los lugares en que se desarrollan son muy variopintos. Desde la isla de Skye hasta Urbana (Illinois) pasando por Burdeos, Paris, Chicago, Glasgow o Edimburgo entre muchos otros.

A parte del amor, cuestión principal del libro, otro de los temas que toca es el dolor de la guerra, las separaciones, la incertidumbre del destino de los seres queridos, la esperanza de volver a verlos o el miedo de haberlos perdido. Pero la autora no se mete de lleno en el conflicto, más bien pretende transmitirnos como le cambia la vida a los personajes. Algunos de ellos desde el frente, bien conduciendo ambulancias o incluso participando en labores humanitarias.

Conclusión

Cartas desde la isla de Skye es la historia de un amor en los difíciles tiempos de guerra. Una historia que se lee sin ningún esfuerzo, pensada para las almas más románticas que disfruten con historias nostálgicas, bien narradas, con personajes realistas y como telón de fondo las dos guerras mundiales.  Una novela que aunque algo predecible en un final me ha dejado con un buen sabor de boca.