Título: Del color de la leche
Autora: Nell Leyshon
Publicación: Sexto Piso, 2013
Páginas: 171
Elias Canetti escribió que en
escasas ocasiones las personas logran liberarse de las cadenas que las atan
para, inmediatamente después, quedar sujetas a otras nuevas. Mary, una niña de
quince años que vive con su familia en una granja de la Inglaterra rural de
1830, tiene el pelo del color de la leche y nació con un defecto físico en una
pierna, pero logra escapar momentáneamente de su condena familiar cuando es
enviada a trabajar como criada para cuidar a la mujer del vicario, que está
enferma. Entonces, tiene la oportunidad de aprender a leer y escribir, de dejar
de ver «sólo un montón de rayas negras» en los libros. Sin embargo, conforme
deja el mundo de las sombras, descubre que las luces pueden resultar incluso
más cegadoras, por eso, a Mary sólo le queda el poder de contar su historia
para tratar de encontrar sosiego en la palabra escrita.
En Del color de la leche, Nell Leyshon ha recreado con una belleza
trágica un microcosmos apabullante, poblado de personajes como el padre de
Mary, que maldice a la vida por no darle hijos varones; el abuelo, que se finge
enfermo para ver a su querida Mary una vez más; Edna, la criada del vicario que
guarda tres sudarios bajo la cama, uno para ella, y los otros para un marido y
un hijo que no tiene; todo ello, enmarcado por un entorno bucólico que fluye al
compás de las estaciones y las labores de la granja, que cobra vida con una
inocencia desgarradora gracias al empeño de Mary de dejar un testimonio escrito
del destino adquirido, al cual ya no tiene la posibilidad de renunciar.
Mis impresiones
Fue desde el
preciso momento en que conocí la existencia de este libro cuando supe que tarde
o temprano acabaría leyéndolo. Después reseña tras reseña fueron aumentando mis
ganas de ponerme con ella hasta que hace unos días encontré el momento idóneo.
Como lectora
Del color de la leche me ha hecho pasar
a lo largo de su breve extensión por ciertas fases que no se producen con todos
los libros que pasan por mis manos. De la sorpresa inicial por su forma
narrativa pasé a cuestionarme a donde quería llevarme la autora, me equivoqué
varias veces al anticiparme a su trama y finalmente me sobrecogí con un final
que me pilló totalmente desprevenida. Me
gustan los libros que te remueven por dentro porque eso quiere decir que no hemos
pasado en balde por ellos, que al menos te han dejado alguna sensación.
“éste es mi libro y
estoy escribiéndolo con mi propia mano.
en este año del
señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y
estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas. veo pájaros y los
pájaros llenan el cielo con sus gritos. veo los árboles y veo las hojas.
quiero contarte lo
que ha pasado pero tengo que tener cuidado de no apresurarme como hacen las
vaquillas en la entrada, porque entonces iré por delante de mí misma y puedo tropezarme
y caerme y de todas maneras tú querrás que empiece por donde se debe empezar.”
Esta es la
manera con la que se nos presenta Mary, una joven campesina de catorce años
cuyo pelo es del color de la leche y a la que ni siquiera un defecto de nacimiento
en su pierna izquierda libra del trabajo duro. También conocemos a su familia:
el padre, autoritario y violento, vive amargado por la ausencia de hijos
varones con los que compartir la carga, la madre, silenciosa, está supeditada a
los deseos del hombre de la casa y las
tres hermanas, que callan y trabajan. Corre el año 1830 y todos viven en una
granja de la campiña inglesa.
Cuando el
padre establece un acuerdo con el vicario de la comarca para que una de sus
hijas se mude y trabaje como sirvienta en la casa de este es sin duda Mary la elegida. Para la familia, eliminar a la más lenta y
torpe a cambio de unas cuantas monedas es la mejor opción a pesar de que Mary
se opone a separarse de su abuelo, el único miembro del que recibe cariño. Allí
tendrá que ocuparse entre muchas otras cosas de cuidar a la esposa del vicario mientras
dure la enfermedad que ha debilitado su salud hasta el punto de postrarla en un
cama.
En contra de
su voluntad la joven es obligada a mudarse allí. A pesar de que en casa del
vicario el trabajo es menos duro que en la granja y en cierto modo cuidan de
ella Mary solo quiere volver a su casa, a su granja, al único mundo que conoce.
Pero allí, colina arriba, le ofrecerán una posibilidad única que hasta ahora no
había surgido. Allí aprenderá a leer y escribir de forma que esas manchas
negras de los libros de pronto se convierten en frases con sentido. Pronto
descubrirá que alto precio a pagar por cada palabra escrita….
Pobre, mujer
y con un defecto físico, Mary es uno de esos personajes que calan hondo en el
lector y están predestinados a permanecer en la memoria durante mucho tiempo a
pesar de que no está diseñado para despertar la compasión del lector, al menos
desde el incio. Es la protagonista y narradora de esta historia. Su voz,
desprovista del tono dramático que cabría esperar dadas sus circunstancias, me
ha parecido honesta, humilde, práctica pero a la vez fuerte y muy capaz de
decir de forma muy directa todo aquello que le pasa por la cabeza, sin
sensiblerías, sin detenerse a averiguar si puede herir o no a los demás. He de
reconocer que en ciertos momentos de la historia me ha costado comprenderla
porque quizás no encontraba sus motivaciones o no entendía su forma de razonar.
No era el personaje, sino yo y no ha sido hasta el final que lo he visto todo
con una claridad pasmosa. Es un personaje en cierto modo muy simple pero que
por ello engendra gran complejidad.
Los
escenarios en que se desarrolla la acción están muy delimitados y nos ayudan a
conocer algunas de las costumbres de la Inglaterra rural y pobre de principios
del XIX (donde existía carencia de todo hasta de alimentos) con su contraposición en una casa donde los lujos no
faltan. Con este aspecto tan cuidado y tan representativo en la historia el
lector se lleva unas imágenes muy determinadas.
Una de las
grandes particularidades de este libro es la forma en que está escrito. Su ruda
sintaxis, el estilo pobre y directo, la ausencia de mayúsculas o signos de
puntuación obedece a que la narradora, Mary, acaba de aprender a escribir y lo
hace como le sale, a borbotones. En principio puede parecer incomodo y no digo
que no lo sea en ciertos momentos. Pero al final no te queda otra que
acostumbrarte y te acostumbras. Quizás, y es mi única pega, hubiese resultado más lógico que el personaje
cometiera algunos fallos más al escribir o desconociera el significado de
ciertas palabras. De todas maneras está forma tan particular aporta cierta
cercanía y familiaridad con respecto al personaje.
A modo de
confesión y con el objetivo muy claro de llegar a un punto en concreto nos va
retando como han sido los últimos meses de su vida para llegar a un final que
nos deja descorazonados. Y no es un mal final.
Conclusión
Del color de la leche es una curiosa novela en la que
más allá de su historia, su mayor logro radica en su protagonista. Una voz
inolvidable con multitud de tonos y colores que va generando distintas
sensaciones en el lector. Una novela en que hay que leer entre líneas y buscar
más allá de la simpleza del texto.