Título: La luz en casa de los demás
Autora: Chiara Gamberale
Publicación: Círculo de lectores, 2010
Páginas: 469
María, una mujer
libre y carismática, es la administradora del 315 de Grotta Perfetta, en Roma.
Cuando muere repentinamente, deja una hija de seis años; y deja también una
carta. La niña se llama Mandorla —Almendra—, y ya sólo su nombre encierra todo
el encanto y el absurdo del que será su destino, ya que María ha dejado escrito
que el verdadero padre de Mandorla es uno de los hombres que vive en el
edificio.
Tras una asamblea de vecinos en la que nadie confiesa su paternidad, deciden criar a la niña entre todos. Así, Mandorla irá cambiando de casa de los 6 a los 17 años, adaptándose a cinco modelos de familia: será testigo de la soledad de Tina; vivirá la separación de Caterina y Samuele; acompañará a Paolo y Michelangelo al Orgullo Gay; se sentará a la mesa de los Barilla, una familia tradicional, y vivirá las turbulencias de la eterna pareja de hecho, Lidia y Lorenzo.
Y mientras Mandorla crece, se enamora y busca a su padre, Chiara Gamberale nos recuerda que, antes de ser mujeres, maridos, padres o hijos, somos personas: maravillosas y terribles, con una infancia que nos persigue. En esta luminosa novela descubrimos que la familia es una alquimia indefinible: quien la tiene es consciente de su peso, hasta el punto de querer librarse de ella, y quien no la tiene la desea como el único escenario posible de la felicidad.
Tras una asamblea de vecinos en la que nadie confiesa su paternidad, deciden criar a la niña entre todos. Así, Mandorla irá cambiando de casa de los 6 a los 17 años, adaptándose a cinco modelos de familia: será testigo de la soledad de Tina; vivirá la separación de Caterina y Samuele; acompañará a Paolo y Michelangelo al Orgullo Gay; se sentará a la mesa de los Barilla, una familia tradicional, y vivirá las turbulencias de la eterna pareja de hecho, Lidia y Lorenzo.
Y mientras Mandorla crece, se enamora y busca a su padre, Chiara Gamberale nos recuerda que, antes de ser mujeres, maridos, padres o hijos, somos personas: maravillosas y terribles, con una infancia que nos persigue. En esta luminosa novela descubrimos que la familia es una alquimia indefinible: quien la tiene es consciente de su peso, hasta el punto de querer librarse de ella, y quien no la tiene la desea como el único escenario posible de la felicidad.
Mi experiencia con
la novela
No sé ni el tiempo que llevaría esta novela cogiendo
polvo en la estantería cuando hace unos días le llegó por el fin el turno cumpliendo
el propósito que me hice hace meses de retomar esas lecturas que tanto me
habían atraído en su momento pero que terminé olvidando. La adquirí principalmente
porque el argumento me parecía muy prometedor y sugerente pero desde sus
primeras páginas ya me di cuenta de que no era la novela que yo esperaba. Al
finalizarla me quedo con la sensación de haber leído algo que no era en
absoluto para mí y haber incurrido en un error al esperar algo de ella.
La luz en casa de
los demás me ha parecido una novela muy irregular capaz de captar mi
atención en algunos tramos y despistarme en otros pero además he notado que le
falta cierta coherencia a la historia. No me molesta especialmente que las
historias sean más o menos creíbles siempre que dentro de esta condición resulten
coherentes pero en esta ocasión me han faltado algunos cabos por atar.
La historia comienza cuando una desgracia sorprende a los
vecinos del número 315 de Grotta Perfetta, un pequeño y estrecho edificio
situado en un barrio en la periferia de Roma. María, su administradora ha
muerto de forma repentina dejando huérfana a una pequeña de seis años llamada
Mandorla. Los vecinos quedan muy impactados por la noticia pero cuando
descubren una carta escrita por la propia María donde revela que el padre de la
niña es uno de los vecinos del edificio sin desvelar ningún nombre concreto se produce un gran revuelo entre ellos.
Tras reunirse y sin que ninguno de los vecinos asuma la
paternidad deciden que uno de ellos adoptará legalmente a la pequeña y la
criarán entre todos ya que le tenían mucho cariño a María. Por ello Mandorla
irá viviendo un tiempo en cada una de las casas de los vecinos y adaptándose a
sus diferentes modelos de vida.
A priori el argumento parecía evocador e interesante e incluso me sigue pareciendo una excelente
idea pero no sólo me costó entrar en la historia sino que durante su desarrollo
tampoco he encontrado la base para sacarle partido a la historia.
Frecuentemente su autora se pierde en temas o divagaciones que no tienen mucho
que ver con la historia y no terminan por aportar nada interesante al lector. Conforme iba leyendo aparecían breves conatos
de temas interesantes que desparecían al instante. Me parece una idea
desaprovechada.
Respecto a los personajes a pesar de que se nota el
esfuerzo de la autora por diferenciar a cada una de las familias y dentro de
ellas a sus miembros destacando sus diferentes estilos de vida todo queda en la
superficie siendo estos personajes de cartón-piedra incapaces de traspasar en
ningún momento el papel en el que son dibujados. Es cierto que son muchos
personajes para detallarlos en profundidad pero la novela tiene una extensión
en que podría haberlo conseguido sin atropellos (son casi 500 páginas). Además
todos ellos representan clichés vistos en muchas otras ocasiones y ya pasados de moda que apenas
tienen peculiaridades o personalidad propia. Tina es una anciana que vive
siente sola y nunca ha recibido cariño, la típica pareja de homosexuales, la familia
tradicional feliz que vive en total armonía, la pareja desilusionada cuya
relación pende de un hilo, la pareja de hecho…
Ni siquiera he tenido sensación de cercanía con su
protagonista principal, Mandorla a quien conocemos en mayor profundidad y que a
pesar de todo me ha parecido un personaje inaccesible. Una niña que a los seis
años se queda de repente huérfana y se encuentra en la tesitura de tener que adaptarse
a diferentes estilos de vida mientras ella transita desde la infancia hacia la
adolescencia. Al cumplir los diecisiete años se encuentra en un aprieto y
comienza a reflexionar sobre cómo ha sido su vida y que le ha aportado cada
familia, las manías de cada uno, sus
deseos, esperanzas o frustraciones. Y sobre todo las diferentes maneras de
concebir el mundo.
Un aspecto que me ha parecido muy positivo es que está
construida con mucho dinamismo por lo que su lectura resulta muy ágil y fluida.
De no haber sido así quizás hubiese optado por abandonar su lectura. La novela
se desarrolla a través de capítulos con diversas divisiones interiores y
agrupados en cinco partes (una por cada piso que tiene el edificio). Estas
divisiones interiores presentan dos formatos distintos. Uno de ellos está
narrado por la propia protagonista, Mandorla, en primera persona que de forma
retrospectiva nos narra cómo ha sido su vida y nos ofrece su propia visión tanto
de cada uno de los personajes así como la manera en que ha vivido ella esa
extraña situación de educarse sin figuras paternales y en cambio bajo la
presencia de muchas personas distintas. El otro formato se presenta a través de
un narrador en tercera persona que nos narra algunas escenas en la vida
anterior del resto sus distintos protagonista y que tienen como objetivo
mostrarnos su pasado a la vez que justificar su comportamiento. En ambos casos
la autora opta por la sencillez y ligereza narrativa. La parte que retrocede al pasado salta
continuamente en el tiempo sin presentar ninguna regla u organización para ello
y está narrada en cursiva, un detalle
que al principio agradecí pero que llegó a molestarme a medida que avanza en su
lectura ya que me resultaba visualmente incomodo y pesado.
Algunos de los temas que se tocan en la novela son los
conflictos familiares, la tolerancia, la soledad, la incomprensión, la confianza,
la infidelidad, los celos para llegar a una conclusión final que dicta a
grandes rasgos que todos los modelos de vida deben ser aceptados.
Uno de los puntos que menos me ha gustado de la novela es
su resolución final. Si la autora pretende sorprender al lector al desvelar la
identidad del padre de Mandorla dando una vuelta de tuerca a su argumento lo
consigue pero no en sentido positivo ya que opta por una de las soluciones más
extravagantes e inverosímiles de las que existían y que al volver atrás en la
novela no presenta ninguna cohesión con su hilo argumental pues su autora no ha
sembrado las bases para que resulte coherente.
Conclusión
Evidentemente no puedo decir que La luz en casa de los demás me haya gustado. Como os decía al
principio me ha parecido un libro muy irregular, de ritmo ágil pero poca
consistencia que se construye a través de altibajos narrativos y cuyo final
deja un sabor amargo en la boca del lector.
Nunca una reseña tan negativa es agradable he intentado
hacerlo con el máximo respeto pero al final no es más que mi opinión subjetiva
y sois vosotros los que tenéis la última palabra.
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