Título: Todos los veranos del mundo
Autora: Mónica Gutiérrez
Publicación: Roca, julio de 2018
Páginas: 204
Helena, decidida a
casarse en Serralles, el pueblo de todos sus veranos de infancia, regresa a la
casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y
sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen
amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida en el pueblo
deja de ser tranquila.
Quizás sea el
momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o
acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles
ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de
dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Mis impresiones
Nuestra compañera Mónica Gutiérrez se ha ido afianzando
poco a poco y su carrera como escritora es cada vez más sólida. He leído de
ella Cuéntame
una noctalia, El
noviembre de Kate y La
librería del señor Livingstone, novelas encuadradas en la literatura feel good, que he disfrutado ampliamente
y hacen honor al género en el que se encuadran.
“Aquí estoy de nuevo, en el pueblo de mis
padres, el pueblo de mis veranos de infancia. Todavía me queda un buen cuarto
de hora por un camino de cabras para llegar hasta la casa pero antes decido
pararme en La Cacerola. Aparco de cualquier modo, teniendo en consideración que
aquí todavía no hay diferencia entre calzada y acera, solo adoquines romanos
—si es que es cierta la historia que cuenta la alcaldesa Miranda y los romanos
se dignaron a llegar hasta Serralles—, abro la puerta del coche y saco la
cabeza.”
Helena ha vuelto a Serralles, el pueblo en los Pirineos
donde pasaba los veranos de su infancia con su familia, para organizar su boda
y casarse con su prometido Jofre. Allí se reencontrará con su madre, su hermana
Silvia, ecologista implicada en la causa, y con su hermano Xavier, un escritor
de éxito que ha está pasando por el difícil bache que es un divorcio, y sus dos
sobrinos. También añorará a su padre, al cual no hace mucho tiempo que todos
han perdido. Sin embargo la casa que recordaba ahora es muy diferente. Su madre
ha organizado un taller culinario orientado al turismo rural.
En Serralles la vida se desarrolla de forma muy diferente
a como sucede en Barcelona, el lugar donde vive y en el que trabaja como
abogada, y Helena, que trae un secreto, rememorará muchos momentos felices y
descubrirá una curiosa librería que han abierto hace poco. Todo ello junto al
encuentro con Marc, su mejor amigo de la infancia y al que no veía desde hace
dieciocho años, harán que se replantee su vida.
Todos los veranos
del mundo es una novela que transmite positividad, buen rollo y que te hace
sentir bien durante su lectura. Es una historia amable como todas las novelas
anteriores de Mónica que te invita a mirar todo aquello que te rodea y ver si
lo que tienes es lo que quieres. Esto justo es lo que le sucede a Helena, la protagonista
de esta historia. En la novela hay una parte romántica que completa lo
anterior. Quizás un poco previsible pero que se desarrolla de una forma muy
natural. Sin forzar y sin almibarar en exceso.
Y los personajes en esta historia son algo fundamentales
y la sensación que nos producen es que son de carne y hueso, sencillos y con
caracteres muy diferenciados resultan muy humanos. Helena es una abogada que
cree que su vida está bien. Tampoco se ha planteado muchas cosas hasta que
regresa a Serralles en donde comenzará a verse desde fuera. Las personas que la
rodearán esos días serán determinantes. Con algunas será fácil comunicarse, con
otras no podrá cruzar ciertas barreras y con algunas otras tendrá cuestiones
que solucionar. Al ser ella la narradora la sentimos muy cercana y vamos
percibiendo muy bien esos cambios que se producen en ella. Además cuenta con un
buen elenco de secundarios que vamos conociendo a través de los ojos de sus
protagonista. Y me ha gustado conocerlos, como por ejemplo el vikingo, que nos
da una buena lección de humanidad.
Como siempre el estilo narrativo de Mónica es cuidado,
sencillo, elegante y muy cercano creando buenas sensaciones en el lector. Su argumento
no es muy complicado, no nos va sorprender ni intrigar (tampoco creo que esto
sea lo que pretende su autora) pero sabe cómo agradar al lector. Las
referencias a la literatura, a libros, autores, que ya aparecían en sus anteriores
novelas siguen ahí presentes lo que demuestra lo mucho que la autora la ama y
hace que los que también la amamos tengamos un extra.
Una de las cosas que más me han gustado de esta novela ha
sido su maravillosa y detallada ambientación que dan un toque especial al libro.
Abrir este libro es como volver a esos veranos de la infancia. A los suelos
empedrados de los pueblos, a la tranquilidad, al olor de las flores, a la
nostalgia, al buen tiempo y al disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Conclusión
Todos los veranos
del mundo es una novela fresca, agradable y que te inunda de buenas
sensaciones. Una novela para leer con gusta y dejarse llevar por ese ambiente
de pueblo que disfrutamos muchos y que yo he visto reconocido en la novela.