Título: El hombre que arreglaba las bicicletas
Autor: Ángel Gil Cheza
Publicación: Suma de letras, marzo de 2014
Páginas: 247
¿A quién le escribirías la última carta de tu
vida?
El testamento de un
escritor de novela negra empuja a su viuda, a su hija y a una antigua novia
irlandesa —a la que abandonó años atrás sin explicación alguna— a convivir un
verano en su casa de la playa junto a un taller de bicicletas en la costa
mediterránea.
Hay novelas que no
se pueden contar, ni tan sólo describir, porque sería como explicar un beso
antes de darlo. El hombre que arreglaba las bicicletas es un verano en algún lugar de nuestro imaginario.
Ángel Gil Cheza
consigue contagiarnos su particular modo de ver el mundo; un lugar en el que se
escucha cada palabra, se atiende a cada gesto, y donde cada momento que
compartimos con alguien cuenta.
Mis impresiones
No puedo comenzar de otra manera esta reseña que
haciéndoos participes de la muy grata sorpresa que ha supuesto este libro para
mí. No solo me ha resultado una lectura sencilla, emotiva y refrescante sino que
además me ha cautivado por completo. Desde que la vi publicada en el catálogo
de novedades de Suma de letras me llamó la atención tanto por su original
título como por su portada a través de los cuales no se nos ofrece demasiada
información sobre su contenido pero que me resultaban muy atractivos.
Mi recomendación si queréis disfrutar al máximo de esta
novela como me ha ocurrido a mí y que os sorprenda es que no hagáis mucho caso
de mi entusiasmo. No quiero crear altas expectativas imposibles de cumplir. A
lo mejor, incluso, es preferible que os detengáis aquí y no sigáis leyendo esta reseña que pretende
convenceros para que os acerquéis a este libro.
El punto de partida de la historia sucede en 2008 cuando
tras la muerte de Artur Font, consolidado novelista del género negro, su
abogado comienza a buscar a una mujer llamada Enda Berger para cumplir con las
disposiciones legales concretadas en el testamento antes de morir. Sin más
información que el nombre de la misteriosa mujer la búsqueda termina cuando una
irlandesa de treinta y nueve años afirma conocer al difunto novelista.
La apertura y posterior lectura del testamento se produce
frente a Noelia Fabregat, la viuda, y su hija, que curiosamente y para estupor
de madre e hija se llama también Enda y la otra Enda, la extraña irlandesa a la
que Artur ha dejado un taller de bicicletas. Mientras las mujeres ponen en
orden las últimas voluntades de Artur, se ven obligadas por las circunstancias
a convivir durante el verano en la casa de la playa propiedad de la familia.
Una vez le cogí el hilo a lo que reconozco que me resultó
un comienzo algo confuso (no más de veinte páginas) me quedé prendada tanto de
la historia como de la forma de narrar de su autor. El argumento gira en torno
a las relaciones que se establecen durante un verano entre tres mujeres que de
distintas manejas fueron muy importantes en la vida del mismo hombre, dos
mujeres que representaron dos tipos de amor en distintos momentos de su vida y
la hija que tuvo con la que acabó siendo su esposa. Ninguna de las dos mujeres
sabía nada de la otra y tras el estupor e incluso rechazo inicial comienzan a
evaluar que parte de ese hombre ya desaparecido pueden encontrar en la otra.
A la hora de construir la novela Ángel Gil ha optado por
reunir interesantes elementos. Uno de
ellos es la intriga que sobrevuela los comienzos de la novela y que incita a
devorar una página tras otra para saciar las ansias de saber. De saber algo que
de alguna forma intuimos pero sentimos la necesidad de que nos aclaren, el
conocer porque esa mujer era tan importante en la vida del novelista, que pasó
entre ellos para que muchos años después no pudiese olvidarla y sintiese la
necesidad de legarle una gran parte de él, no económica pero si sentimental. En
esta novela viajamos por algunos momentos duros que nos hacen sufrir junto a
sus personajes para pocas páginas después mecernos en algunos de inmensa
ternura. Nos lleva por la nostalgia de un amor perdido, el primer romance de la
adolescencia, el primer desengaño, los secretos que guardamos, lo nunca
confesado…
Se trata de una novela que gira en torno a tres
personajes con tres puntos de vista diferentes respeto a la historia. Lo
curioso es que el autor nos hace entenderlos a la perfección a cada uno de
ellos sin llegar a tomar partido por ninguno aunque sus intereses se solapen en
algunos momentos. Esto sucede porque ha sabido plasmar perfectamente sus
emociones y sentimientos haciéndolos además evolucionar durante ese verano de
forma muy sensata y respetando los tiempos lógicos.
El hombre que
arreglaba las bicicletas es una lectura que atrapa desde el principio y que
yo, en mi caso particular, no pude soltar hasta llegar a la última página. Y
esto ocurre por dos razones, una la intriga que nos genera la historia y otra
la destreza narrativa del autor. Con un vocabulario exacto, medido, que cuenta
con cierta dosis de lirismo, frases sugerentes que te hacen reflexionar,
situaciones o gestos cargados de simbolismos, preciosas metáforas nos hace
participes de una emotiva historia. La novela se desarrolla en algún lugar de
la costa valenciana en el año 2008 y aunque la narración es lineal son
frecuentes los saltos al pasado situados a principios de los noventa y situados
en Barcelona para rememorar el pasado de algunos de sus personajes. Su estructura
es en cuarenta capítulos de muy breve extensión (que suelen ocupar dos, tres, a
lo sumo cuatro páginas) que junto con el estilo ameno y fluido del autor
imprimen gran dinamismo en su lectura.
Cualquiera diría que es preferible que una novela que se
está disfrutando se prolongue en su recorrido pero para mi gusto El hombre que arreglaba las bicicletas
tiene la justa extensión para hacerte disfrutar, para trasmitirte cientos de
cosas y todo ello sin alargar de forma innecesaria ni dar absurdos rodeos y
vueltas a las cosas.
No quiero cerrar esta reseña sin comentar un final sorprendente
que me ha dejado con muy buen sabor de boca y con la sensación de que la novela
tiene muchas y diferentes lecturas y que además no siempre lo que vemos es lo
más obvio.
Conclusión
La lectura de El
hombre que arreglaba las bicicletas me ha resultado tan sorprendente como
cautivadora. Una preciosa historia que he devorado con ansias y me ha hecho
dejarme llevar por todos los misterios que esconde.