Título: La vida imaginaria
Autora: Mara Torres
Publicación: Planeta, noviembre de
2012
Páginas: 251
¿Qué pasa por tu cabeza cuando la
persona a la que quieres se va? ¿Qué haces con tu vida cuando tienes que
pensarla otra vez? ¿Te la inventas? El mundo de Nata se llena de preguntas
cuando Beto la deja. Pero el tiempo no se detiene, y los episodios que Nata
cuenta de su propia historia la van llevando hacia un lugar donde todo vuelve a
ser posible. Novedosa y contemporánea, esta novela tiene el nervio de un relato
confesional, divertido y emocionante. Pero, por encima de todo, descubre a
Fortunata Fortuna, un personaje fascinante que ha venido al mundo de la ficción
para quedarse.
Mi experiencia con la novela
No conecto demasiado en gustos con el Premio Planeta, algo de lo que he
me he dado cuenta tras estrepitosos fracasos en ciertas lecturas, por lo que no
suelo elegir las novelas premiadas para llenar mis estanterías. Pero el año
pasado se proclamó como finalista del mismo Mara Torres con La vida imaginaria (el premio se lo
llevó finalmente Lorenzo Silva con La
marca del meridiano), una novela de la que hubo opiniones bastante
contrarias pero que no obstante a mí me llamó la atención. La portada y la
sinopsis me parecían sugerentes y decidí
darle una oportunidad que le llegó hace unos días.
Después de leerla me ha parecido una novela muy justita. Tanto en
personajes, como en su planteamiento así como su resolución. Es cierto que se
lee del tirón, que resulta amena y entretenida pero poco más. Lo mejor que he
encontrado en ella ha sido el tono con que está narrada, muy fresco y desenfadado,
aún así me parece cuestionable este premio y me hace preguntarme cómo serían el
resto de las novelas que optaban al mismo.
“La
vida es una mierda. Que yo no digo siempre, digo ahora. Que yo no digo que la
vida sea una mierda desde que nací, yo digo estos días, estas semanas, estos
meses. Éstos en los que abro la ventana por las mañanas y me da igual si el pruno
que hay enfrente está florido o se ha podrido. Estos meses que no tienen color,
que ni siquiera son en blanco y negro, sino que son planos”
Así comienza a narrarnos Fortunata, a quien todo el mundo conoce como
Nata, lo que han sido sus complicados últimos meses de vida desde que Alberto,
su novio desde hacía tres años, la abandonara. Desde ese momento ha estado
sumida en una profunda tristeza intentando encontrar los motivos por los que
Beto se fue de su lado sin saber muy bien si ella es la culpable. En el fondo está convencida de que sólo es un
bache, de que las cosas se solucionarán y tarde o temprano volverá a llamarla y
ambos serán los mismos de siempre. Aún así mientras tanto sabe que tiene que
continuar con su vida, adaptarse a la soltería, ir a trabajar, salir con sus
amigas y componer de cualquier manera los trocitos que quedan de ella. Aunque
su imaginación siempre le lleva al mismo lugar.
Como veis el argumento no presenta ninguna singularidad. Reconozco que
ha de ser difícil aportar algo nuevo en un tema tan explotado como es una
ruptura sentimental y lo que ocurre después de ella pero a mí me ha dado la
sensación de que lo que nos cuenta Mara Torres ya nos lo han contando mil veces
de distintas maneras y en diferentes estilos. Si es cierto que perdemos en
originalidad también es verdad que la novela gana en realismo. La vida imaginaria trata sobre
sentimientos universales por los que la mayoría de nosotros hemos pasado alguna
vez. Con cierto tono melancólico su protagonista va pasando por diferentes
fases y estados de ánimo intentando superar una ruptura que le ha pillado
desprevenida y que en el fondo no llega a aceptar.
El título La vida imaginaria
hace referencia a la capacidad de Nata para abstraerse en un mundo interior y
crear sus propias escenas imaginarias en las que suceden las cosas que a ella
le gustaría que ocurrieran. Este aspecto onírico está entre aquellos que más he
disfrutado de la novela porque le aporta un toque de magia y recrea momentos
muy especiales que son los que de algunas manera salvan la novela.
Pero entre sueños, divagaciones y reflexiones la autora toca también el
tema de la crisis económica, la problemática de encontrar un empleo y la
situación precaria de la sociedad con los recortes. Temas que, en mi opinión,
ha metido con calzador en la novela quizás con la pretensión de incorporar
algún elemento más complejo o de mayor interés en la misma.
En cuanto a los personajes de la novela resultan todos demasiado planos.
A quien más conocemos es a su protagonista, Nata, y el resto quedan bastante
desdibujados, tanto interior como exteriormente, e incluso en ocasiones sólo
llega a recuperarlos en los momentos que los necesita para apoyar ciertas
acciones o circunstancias.
A sus treinta años, Nata trabaja como publicista en una agencia de
Madrid. Es una soñadora y como tal, siempre está con la cabeza en las nubes
viviendo una realidad que ella misma inventa pero no sabe reaccionar y
reconducir su vida. A pesar de que es un personaje al que no cuesta mucho
entender al principio de la novela al ir avanzando en su lectura he notado
ciertas contradicciones en el mismo. Por un lado me ha resultado muy real y de
alguna forma simpático pero también se me ha hecho difícil encontrar el ritmo
que la evolución del personaje requería. Si al principio encontramos una mujer
que intenta llenar un espacio vacío, poco a poco vemos que no lo consigue, que
se engaña a sí misma, que por un lado desea volver a encontrar el amor pero que
también tiene miedo, para solucionar todo ello de golpe y plumazo.
El mayor acierto en la novela es su tono narrativo, desenfado y con un
toque de humor que ayuda a diluir la carga dramática que en el fondo contiene
la novela. Está narrada desde el punto de vista de la protagonista quien en
primera persona nos hace participes de sus sentimientos, algunos recuerdos, sus
sueños y esperanzas. La historia se sustenta en un monólogo interior que vuelca
en un documento en el ordenador a modo de diario en el que a la vez que escribe
se va desahogando. En ocasiones habla consigo misma y otras veces expresa lo
que le gustaría decirle a su exnovio, una figura que está muy presente en su
vida. El estilo es sencillo, natural e
incluso a veces demasiado coloquial para mi gusto, en el que frecuentemente
introduce tacos prescindibles. Aunque la sintaxis de la novela es muy básica
hay momentos en los que introduce algunas frases de mayor complejidad que
difieren del tono general sin motivo aparente.
La novela se estructura en tres partes divididas a su vez en un gran número
de capítulos de corta extensión que agilizan mucho su lectura, junto al estilo
narrativo y la amplia presencia de diálogos constituyendo una lectura que se
puede consumir en un par de tardes. El final, bonito pero demasiado facilón.
Conclusión
La vida imaginaria me ha
parecido una novela que se deja leer, que resulta amena pero a la cual le faltan
ciertas dosis de originalidad y profundidad en su historia. Una novela por la
que pasar sin demasiadas pretensiones y con la que consumir alguna tarde de
ocio.