Título: El hombre que compraba gigantes
Autor: Luis C. Folgado de Torres
Publicación: Áltera, mayo de 2013
Páginas: 262
Año 1865. Agustín Luengo ha sido uno de los
hombres más altos de España al sufrir acromegalia (enfermedad de la hipófisis
que impide detener el crecimiento). De nacencia extremeña, mostró sus hechuras
por toda España viajando con un circo portugués (por aquel entonces, la media
de altura de los varones españoles no rebasaba el metro cincuenta). Después de
actuar ante la corte de Alfonso XII, el gigante conoce a don Pedro Velasco,
fundador del Museo Antropológico de Madrid, muy conocido, entre otras cosas,
por mantener embalsamada en su propia casa a su hija, Conchita, vestida de
novia; la muchacha falleció al cometer él mismo un error médico. Velasco hace
una extravagante propuesta al gigante extremeño: Comprarle su cuerpo, pero la
cosa se complica...
Mi experiencia con la novela
Hace ya
muchos años tuve la ocasión de visitar el Museo Etnográfico de Puebla de
Alcocer (muy cerca de mi pueblo) en Extremadura que recoge objetos antiguos que
usaban de forma cotidiana sus habitantes en una época ya pasada. Entre ellos
había algunas fotos y una de las botas usadas por Agustín Luengo Capilla (que
equivalen a un número 52), quien ha pasado a la historia con el sobrenombre de
“El gigante extremo” porque llegó a medir 2,35 metros.
La historia
vuelve a llegar a mis oídos en forma de libro de la mano de la editorial Áltera
y su autor, Luis C. Folgado de Torres. El
hombre que compraba gigantes me ha parecido una historia fascinante de
principio a fin y más aún cuando he comprobado que la historia está basada en
la vida real del gigante.
La novela comienza
en Puebla de Alcocer, un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz, en el año
1862 donde Agustín a sus doce años de edad es descomunalmente grade. Pero esta
circunstancia no supone algo fabuloso o ni sobrenatural porque aunque nadie lo
sabía por entonces en aquel lugar Agustín padecía una enfermedad conocida como
acromegalia causada por la desmesurada secreción de la hormona del crecimiento
por parte de la hipófisis.
En aquel
municipio la gente vivía acostumbrada al tamaño de Agustín aunque muchos pensaban
que su tamaño se debía a una maldición de la que culpaban a su abuelo (un hombre
pendenciero que fue culpable de la muerte de una mujer tras practicarle un
aborto además de ser el padre del feto) y la vida de Agustín resultaba
relativamente normal si obviamos las burlas de sus vecinos que le convirtieron
en un muchacho apocado y tímido.
La familia
de Agustín era muy humilde y cuando el portugués, Eusebio Dos Santos
Marrafa, propietario de un circo, le
ofrece al padre 60 reales, media arroba de arroz, dos medidas de miel del
Alentejo, una garrafa de aguardiente de Cazalla y dos paletas de Fregenal más
un daguerrotipo a cambio de su hijo no duda en aceptarlo. Es así como el circo
se convierte en el nuevo hogar de Agustín y comienza a intervenir en el
espectáculo como una de las mejores atracciones del circo anunciado como uno de
los hombres más altos del mundo capaz de esconder una hogaza de pan de un kilo
en una de sus manos.
Pero la
aventura que ha de vivir Agustín no ha hecho más que empezar porque cuando la noticia de su extraordinario tamaño llega
a oídos del rey Alfonso XII es requerido para presentarse en palacio donde
conoce al doctor Pedro González de Velasco, una eminente figura de la cirugía
obsesionado con el embalsamiento y con la idea en la cabeza de crear un museo
que muestre al público curiosidades de la naturaleza, entre ellos el cuerpo del
gigante extremeño. Entusiasmado por el colosal tamaño ofrece a Agustín 3000
pesetas por su cuerpo una vez haya muerto. Será en Madrid donde Agustín de
suelta a sus deseos más carnales y de forma intensa.
El centro de
la trama es la vida de Agustín, un muchacho cuyo único deseo es ser normal y,
por ello, renegaba de su altura. Odiaba el ser en el que se había transformado
y ansiaba tener una esposa, recibir cariño y cuidar de unos hijos que nunca
llegarían. Un personaje que en muchas ocasiones despierta nuestra compasión.
A pesar de
ello, alrededor de esta historia Luis Folgado construye con maestría distintas
subtramas que no ensombrecen la principal y que aumentan el interés del
conjunto. Cada personaje que aparece está muy bien detallado y así vamos
conociendo sus vidas de forma que enriquece muchísimo la historia porque no
dejan de ser todas ellas extravagantes y curiosas. Marrafa, hombre estricto
exiliado de su país por unas costumbres prohibidas, Marcos, un contable que
huye de la justicia y escribe poemas, el excéntrico doctor Velasco cuya hija
embalsamada es sentada a la mesa durante las comidas, Rufina, una gitana capaz
de leer las manos, los enanos Pedreira, la insaciable maría Peligros o el
malhumorado Canivell.
La novela
está dotada de una excelente construcción en cuanto al ambiente espacio-temporal.
Su autor nos transporta con una exactitud asombrosa a la segunda mitad del
siglo XIX mostrándonos la vida, la rutina diaria y los entresijos de un circo.
En este caso seguimos los pasos de El
circo luso que lleva su espectáculo a través pequeños municipios de España
y donde las principales atracciones son las que muestran la rarezas con que la
naturaleza se ha cebado con algunas personas. Unos niños asiáticos con
gargolismo (enfermedad causada por una mutación genética), el domador de rayos
(que montó su espectáculo a través del reciente invento de las corrientes eléctricas)
o una mujer que a través de un número de ilusión óptica se fusiona con una
serpiente.
De forma
magistral, y que sobresale en la novela, también recrea el ambiente que se
vivía en España en una época oscura, mísera, analfabeta, beata, marcada por las
tradiciones y las supersticiones. Un escenario que cobra especial relevancia es
Madrid, ciudad que trataba de evolucionar pero que sufre constantes
insurgencias militares. Junto a Agustín recorreremos la calle mayor, pasaremos
por el Arco de los Cuchilleros para acceder a la Plaza Mayor, Callao, Fuencarral,
la estación de Atocha (que por aquella
época se llamaba de Mediodía), Recoletos, el Retiro o el Paseo del Prado. Un
lugar en el que nuestro protagonista buscará casi de forma desesperada el amor
y con ello la normalidad de una vida que anhela.
Porque si
esta novela nos muestra casi lo peor del ser humano -avaricia, depravación, egoísmo,
desprecio- también hay cabida para las historias de amor, para la ternura, la
compasión y la amistad.
Una de los aspectos que más he disfrutado en esta
novela es el sabor antiguo que tienen sus
páginas y que nos transforma de forma maravillosa a aquella época. Su
estilo está sumamente cuidado con un vocabulario selecto, aunque no por ello
deja de ser cercano y accesible al lector. A lo largo de esta historia Luis
Folgado recupera algunas palabras casi en desuso en la actualidad porque se
refieren a costumbres, creencias u objetos que no tienen cabida en la época en
que nos encontramos. Nos habla de la creencia arcaica de que los daguerrotipos
robaban el alma, del antiguo oficio de rezadora en entierros a cambio de
dinero, del invento del velocípedo (precursor de la bicicleta) o de los casi extinguidos
braseros de picón o leña…. Así como muchas curiosidades entre las que se
encuentra la historia del sacamantecas de Álava (que se decía que vendía la
grasa de los niños) o el origen de muchas expresiones que actualmente seguimos
utilizando y que se nos aclaran con notas pie de página como «ir de picos
pardos» o de la palabra «ramera».
Pese a que el final lo conocemos desde la primera
página puesto que el libro arranca in
extremis, su autor consigue mantener la intriga alrededor de la historia
desde principio a fin, invitándote a leer página tras página.
En la
actualidad el esqueleto de Agustín se encuentra en el Museo Nacional de Antropología
de Madrid donde además se conserva el molde de yeso que sacó el doctor
Velasco fundador de dicho museo.
Conclusión
En fin, si a
estas alturas El hombre que compraba
gigantes no os llamado la atención por mi parte no podría decir nada más
para animaros a leerlo. Se trata de un libro con una historia agridulce, interesante,
emocionante y repleta de curiosidades que nos traslada con absoluta maestría a
esa España de la época.