Título: La hija del dibujante
Autora: Katherine Govier
Publicación: Algaida, marzo de 2014
Páginas: 627
Ei, la tercera hija del famoso pintor Hokusai, vive en el Japón del siglo XIX durante el último shogunato del clan Tokugawa: un país aislado de toda influencia extranjera y donde rige la moral tradicional y una férrea censura, que mantiene al pueblo ignorante y supersticioso. Ei acompañará a su padre desde pequeña y crecerá rodeada de artistas, prostitutas, mercaderes, adivinos, cuentacuentos y artesanos que pululan por Yoshiwara, el distrito del placer de Edo —la actual Tokio—, en una época difícil para quienes tratan de burlar una justicia que los castiga por inmoralidad de forma arbitraria. Con esta obra, Katherine Govier saca a la luz un personaje injustamente olvidado por la Historia: una novela exótica y emocionante, pero también un relato de amor, admiración y competitividad entre un padre y una hija.
Mi experiencia con la novela
La hija del dibujante, de la escritora canadiense Katherine Govier, es una de las apuestas por la que ha optado la editorial Algaida para este trimestre. El principal motivo por el que me llamó la atención de forma irremediable es por su ambientación en Japón en el siglo XIX, un contexto que me parece muy interesante, además de presentar una muy sugerente sinopsis.
Tras su lectura creo que no es una novela para todo el mundo y en la que no se puede buscar un simple entretenimiento ya que si esperamos ir pasando alegremente sus páginas probablemente nos decepcionaremos. Su autora nos impone un ritmo muy medido en el que cuesta encontrar el gancho que te invita a continuar su lectura pero con un poco de paciencia pueden encontrarse en ella elementos muy interesantes si estás dispuesto a dejarte llevar. En mi opinión, lo mejor de la La hija del dibujante no radica simplemente en su argumento sino en toda la gama de matices y detalles que paralelamente pueden observarse en la historia y que pertenecen tanto a la naturaleza humana como a la sociedad en la que se mueve.
La novela nos narra la vida de una joven llamada Oei, la tercera hija del famoso pintor japonés llamado Hokusai, desde que es una niña hasta convertirse en una mujer adulta. Junto a su padre vive en Edo (actualmente Tokio) a principios del siglo XIX. Mientras el país es regentado por el shogun de Tokugawa con mano de hierro y otorgando máxima prioridad a la tradición, la censura y el aislamiento cultural, Oei vive rodeada artistas, cortesanas, poetas, mercaderes o tatuadores absorbiendo su forma de vida y rechazando el papel tradicional de la mujer japonesa. A la vez ayuda a su padre con sus dibujos y grabados de forma que se convierte en alguien imprescindible para él y para su trabajo.
Padre e hija representan dos personajes atípicos que mantienen una relación muy particular entre ellos. A lo largo de la novela seremos participes de su especial concepción de la vida así como la elección de sus prioridades. En el eje central de la novela se encuentra Katsushika Oei, una mujer creativa, inteligente y con talento pero consciente de su escasa belleza y su prominente mentón que rechaza el papel tradicional de la mujer en la sociedad. La relación con su padre, para quien ella es la preferida, está llena de complejidad y matices y es la única en la vida de Oei que se rige por cierta normalidad. Desde la más pura necesidad hasta la indiferencia en ocasiones pasando por cierta rivalidad en la pintura, padre e hija se han elegido mutuamente como compañeros en la vida. Después de perder al amor de su vida, Oei se casa por amistad con un hombre al que no ama y con el que a menudo se muestra cruel. Pero sin duda el momento crucial para el personaje llega con la muerte de su padre, un punto de inflexión en su vida y donde por primera vez deberá encontrar su identidad individual como persona.
“De niña era un duende, un espectro. Todo a causa de las compañías que frecuentaba. Pero no era oscura, ni siniestra; en todo caso, sentía una febril fascinación hacia los fantasmas. Allá donde posaba los ojos, veía individuos que flirteaban con la muerte. Vivía en un estado de excitación permanente. Nadie podía domesticarme; mi optimismo no conocía obstáculos” (Página 126)
Dibujo de Hokusai |
Un aspecto resaltable en la novela es la excelente ambientación que la autora ha dibujado así como la recreación del contexto en el que transcurre la acción. La vida en Japón a principios del XIX aparece retratada de forma tan minuciosa que el lector puede construir escenas muy exactas. Las descripciones de la ciudad y sus gentes me han parecido muy vivaces y sugerentes por lo que cabe destacar el esfuerzo no sólo de documentación de la autora sino la capacidad para crear una fascinante ambientación en la que aspectos históricos, culturales, sociales y políticos se entremezclan de forma muy sutil.
En aquel momento se desarrollaba el tercer y último shogunato del clan Tokugawa que regía el país con una dictadura que controlaba a sus habitantes impidiéndoles el pensamiento libre y la adquisición de cultura mediante la prohibición de cualquier medio de expresión como la literatura o la pintura. Paradójicamente entre todas las limitaciones y prohibiciones que sus habitantes vivían existía un barrio llamado Yoshikawa y dedicado al placer donde existían otro tipo de valores y otra forma de vida.
Especialmente restrictivo fue ese momento si evaluamos el papel esencial que desarrollaba la mujer, totalmente exento de valor y a disposición del marido que no sólo podía abandonarla si era estéril sino que con frecuencia eran vendidas por los mismos como cortesanas si simplemente consideraban que habían irrespetuosas con ellos. En aquella época las mujeres tampoco tenían acceso a ciertas cosas e incluso tenían prohibido abandonar la cuidad de Edo.
Dibujo de Hokusai |
A pesar de estos aspectos, que me han interesado mucho en la novela, he de reconocer que su lectura requiere cierto esfuerzo. A lo largo de la misma me ha dado la sensación de que no existía una clara línea argumental que lleve a sus personajes hacía algún lado concreto sino que prácticamente la novela se desarrolla a través de situaciones o escenas muy concretas que vive su protagonista y a que a menudo no están relacionadas unas con otras aunque si tienen su razón de ser en la conformación del personaje central. Pero estas mismas están tan cargadas de significado que no necesitan demasiadas explicaciones.
Otro aspecto por el que la novela requiere una atención es extra y que se encuentra relacionado con el anterior es un ritmo ostensiblemente lento en el que no existe demasiada acción. La novela se encuentra estructurada en seis partes que a su vez se dividen en distintos capítulos y narrada en primera persona por su protagonista. Su prosa aun sin ser dificultosa no llega en ningún momento a caracterizarse por la vulgaridad sino más bien por su exotismo. Entre los muchos temas que se tocan en la novela se encuentra la moralidad, la libertad, la lucha por los ideales y las creencias propias.
Conclusión
A pesar de que La hija del dibujante no es una novela de fácil lectura presenta algunos atributos muy interesantes que compensan su ritmo lento. En ella se nos enseña la relación padre e hija que existe entre dos artistas, extravagantes y caprichosos, que realizan su propia lucha contra las imposiciones de la sociedad pero tocando también temas tan universales como la libertad, la soledad o la esperanza. Y por supuesto, con un fresco histórico excepcionalmente conseguido.