La mansión Farkas se encuentra en Shilton, un pequeño pueblo pesquero en la región de New Landas. Un lugar idílico que se enmarca dentro de un paisaje marítimo con bosques espesos. Todos los recuerdos que Ron asocia a esa casa son muy positivos y piensa que este puede ser el lugar adecuado para que también su hija crezca. Recuerda con añoranza lo feliz que fue junto a su abuela Mariela, quien le crió.
Pero quizás la casa no sea el lugar más adecuado para comenzar una nueva vida, porque alguien les espera pacientemente en la casa oculto tras la oscuridad de su sótano, sus pasillos y rincones.
Mi experiencia con la novela
“Se constriñe el alma. Se hiela. Resulta difícil definir el terror atávico que sufre el ser humano ante una oscuridad no esperada. El pulso se acelera y el sudor frío se perla por todos los poros. Aquel pozo húmedo y putrefacto, en el que apenas se vislumbraba el soplo de luz agónica de un foco que se consume, trajo de repente a mi mente el ancestral horror a la nada. La nada consciente, la ausencia de los sentidos. Sólo tú y tu templanza. Es en ese momento cuando se la juega tu cordura, cuando se tensa con más intensidad ese fino hilo que te separa de pasar el resto de tus días en un psiquiátrico.”
Con este espeluznante fragmento comienza La sangre de los Farkas, la primera novela del valenciano José María Lluch, otro de los autores que se han lanzado al difícil mundo de la autoedición y autopromoción de sus novelas. Esta se publicó el mes pasado en Amazon a un precio más que razonable aunque también se encuentra disponible en formato papel.
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La trama de la novela es bastante sencilla y de corte más bien clásico. Un hombre se muda con su hija a la mansión en que creció huyendo de sus propios fantasmas y se encuentra que ya está habitada por ciertos entes maléficos. Cuando descubre estas presencias su objetivo prioritario se convierte en poner a su hija a salvo. Tras un primer capítulo que nos deja bastante expectantes y donde no se explica nada salvo una escena que tardaremos algunas página en comprender, un segundo capítulo comienza a contarnos la historia desde el principio, situándonos y centrándonos en el contexto.
Ron Olson es el protagonista indiscutible de la novela. Tiene 42 años y trabaja como crítico gastronómico elaborando una columna en un periódico. Nunca llegó a conocer a sus padres y fue criado por sus abuelos maternos en la mansión Farkas. La muerte de su mujer le sitúa en una situación complicada pues a la depresión que le procura la desaparición de su compañera hay que sumarle la preocupación por la reacción de su hija ante tal acontecimiento.
Otros personajes con cierto peso en la novela aunque están más débilmente dibujados son Kate que tiene ocho años y desde que perdió a su madre dos meses atrás la tristeza y el silencio la han invadido. Emile Poe es la ama de llaves de la mansión que lleva toda la vida trabajando para la familia y siente un profundo cariño hacia ellos. Marcus es uno de los mejores amigos que Ron conserva y quién le proporcionará las claves para enfrentarse al mal.
No es que los protagonistas o al menos el protagonista sean retratados en profundidad pero para lo que historia requiere se entienden perfectamente cada uno de los personajes así como el papel que desempeñan en la historia.
El estilo del autor es cuidado aunque accesible al lector. Se nota que el autor ha escogido con atención el vocabulario pero sin detenerse en florituras ni adornos innecesarios. El ritmo de la novela es bueno siendo su lectura bastante fluida. La narración domina completamente el relato, siendo la aparición de diálogos muy escasa, que en ocasiones he echado de menos. De la mano del protagonista corre la voz narrativa. La primera persona nos da mucho juego a la hora de conocer las impresiones y sensaciones de Ron mientras que el relato avanza.
Se trata de una novela corta que cuenta con unas 150 páginas, al menos en mi lector. Se encuentra estructura den 12 capítulos y su desarrollo es lineal aunque hace un uso frecuente del flashback.
Hay que reconocer que el autor sabe crear momentos de tensión a través de un buen uso de preliminares. Lluch consigue mantener al lector atento, pegado a las páginas del libro mientras crea situaciones que el lector es capaz de imaginar perfectamente.
La historia se sitúa en la ciudad ficticia de Shilton (situado en la también imaginario región de New Landas), un pequeño pueblo costero de unos dos mil habitantes donde está construida la mansión de la familia Farkas. A pesar de ser un lugar inventado por el autor es capaz de imprimirle mucho realismo por sus descripciones muy precisas, elaboradas y bastante presentes a lo largo de toda la novela. La historia tiene cierta inspiración anglosajona que se respira en la globalidad de la novela por la construcción de escenarios y los personajes. Muy bien recreado el clima lluvioso, gris, y oscuro que se cierne sobre los protagonistas, así como la mansión, lóbrega, enorme y en cierto modo angustiosa.
Por ponerle alguna pega, me hubiese gustado que ya que el escritor es español situase la historia y los personajes en algún punto de la geografía española. Pienso que podría haberse conseguido el mismo efecto si la historia se hubiese ambientado en algunas zonas del Norte de España. Además creo que resulta más fácil hacerse con personajes cuyos nombres identificamos fácilmente o nos resultan más cercanos.
En cuanto al espacio temporal, la novela está ambientada en los años ochenta, aunque la recreación de la época, a mi juicio, le ha quedado un poco pobre. A lo mejor si se nota el sabor de una época más antigua pero resulta complicado adivinar la fecha sin tener datos.
Casi a mitad del libro la historia comienza a aumentar su ritmo, el protagonista se ve en la obligación de reaccionar y la historia termina de forma rápida para crear un desenlace tan inesperado como acertado.
Conclusión
La sangre de los Farkas es una novela entretenida que se lee prácticamente del tirón. Bien narrada y construida constituye una lectura en la que merece la pena detenerse, sobre todo para los amantes del género.
** Gracias a José María por el ejemplar