Nos encontramos
en Viena en la primavera de 1938. La familia Landau prepara su forma de salir
del país ante el peligro inminente que suponen los nazis para los judíos.
Mi experiencia
con la novela
“Cuando cierro los ojos veo Tyneford
House. En la oscuridad, al tumbarme a dormir, veo la fachada de piedra de
Purbeck en el resplandor de última hora de la tarde. La luz del sol destella en
las ventanas de arriba y el aire está cargado de un aroma de magnolia y sal. La
hiedra trepa por la arcada del porche, y una urraca picotea el liquen que cubre
las losas de piedra caliza del suelo. Despide humo una de las grandes
chimeneas, y las hojas de la avenida de tilos sin cortar tienen un verde de
mayo y sus sombras hacen dibujos en el camino de entrada. Todavía no hay
hierbajos que asomen en las hileras de lavanda y tomillo, y el césped es
terciopelo segado que se extiende en tiras muy verdes. No hay marcas de
disparos agujereando el antiguo muro del jardín, y las ventanas del salón están
abiertas de par en par; los cristales no están destrozados por los bombardeos.
Veo la casa como era entonces, aquella primera tarde”
Este es el
comienzo de La viola de Tyneford House, una novela preciosa que llegó el mes
pasado a mis manos. El gran valor de la misma es que es capaz de hacerte soñar
con otro lugar y otro tiempo. Una novela en la que sus páginas tienen un sabor
agridulce y que juega constantemente con las emociones del lector. Es capaz de transmitirte tantas sensaciones a
lo largo de su lectura para al final dejarte con una increíble sensación de paz
tras terminarlo.
La historia está
narrada en primera persona y retrospectiva por la protagonista de la historia,
Elise, una judía vienesa que con diecinueve años tras la llegada de los nazis
al poder debe despedirse de su familia y refugiarse en una mansión inglesa
convertida en doncella.
De ser una niña
rica, mimada y consentida pasa a ser una trabajadora sin mayores concesiones
que no acaba de encontrar su lugar en la casa. Elise se ha criado con servicio
doméstico y ciertos lujos y ahora es ella quien debe servir a los señores de la
casa. Debe aprender a madrugar, limpiar correctamente la plata, encender las
chimeneas y atender las necesidades de otros antes que las suyas propias. El
resto de la servidumbre de la casa es muy consciente de que Elise no pertenece
a su mundo y no le pondrán nada fácil su estancia en el lugar.
El resto de su
familia pretende huir a América para librarse de la situación en su país.
Margot, su hermana, lo consigue sin problemas pero sus padres deberán hacer
frente a la realidad en espera de unos visados que no acaban de llegar. La
guerra cada día se convierte en una amenaza más real y más cercana y todos temen
el momento de su declaración.
Mientras Elise
sufre la ausencia de su familia y sueña con reunirse con ellos al otro lado del
mundo también tendrá la oportunidad de conocer el amor. Un amor que a la vez
que le causa felicidad no es capaz de hacer que su corazón sea completamente
dichoso porque en él hay un espacio vacío imposible de llenar. Con la llegada
de la guerra incluso a Tyneford, un lugar casi aislado del resto del mundo, sus
miedos comienzan a crecer y todo a su alrededor comienza a cambiar de forma que
hasta la propia Elise ya nunca volverá a ser la misma.
Al tener este
libro entre las manos uno puede pensar que es otra de tantas novelas
ambientadas en la segunda guerra mundial. Pero en esta historia no
encontraremos batallas, persecución de judíos, ni guetos. La viola de Tyneford
House es la historia de Elise y como afectó la guerra a su vida. En ella
podemos ver cómo va cambiando la vida de los personajes según las
circunstancias y todo aquello que tienen que hacer para adaptarse a las nuevas
condiciones.
Como os decía
al principio esta es una novela agridulce, porque mientras sentimos y
presenciamos como Elisa conoce el amor, también sufrimos con ella por sus
padres atrapados en su país en el que se persigue y maltrata a los judíos. La
información que tenemos sobre ellos a lo largo de la novela es muy escasa y a
través de las pocas cartas que Elise va recibiendo.
Los personajes
de esta novela son de esos que es imposible no tomarles cariño inmediatamente.
No solo a los que aparecen en la novela como Elise, Kit (el niño rico) o el
Señor Rivers (dueño de la mansión) o el señor Wrexham (el mayordomo inglés
recto y estirado) sino también a toda la familia Landau a quienes conocemos a
través de los recuerdos de la protagonista (sus apariciones finalizan en los
primeros capítulos). A grandes rasgos la mayoría de ellos están perfectamente definidos
por su comportamiento (siempre narrado desde el punto de vista de Elise) aunque
será a la protagonista de la historia a quien conoceremos con más detalle. Sus
sentimientos en cada momento y su forma de pensar están muy presentes a lo
largo de la novela. La autora ha sido capaz de infundirle mucha vida al
personaje, que como os digo, imposible no querer desde un principio. Sus
pensamientos en ocasiones son muy divertidos y algunas de sus peripecias son
capaces de arrancar una leve sonrisa en el lector pero sobre todo infunden
mucha ternura.
A la joven
Elise no le queda más remedio que madurar con el paso de los años. Las tareas
que le son asignadas y sobre todo la preocupación que siente por su familia le
llevan a evolucionar enormemente. Pero también cambio algo en ella cuando conoce
el amor. Al comienzo de la historia es tan solo una niña mimada y caprichosa
que solo sabe quejarse y termina por convertirse en una mujer fuerte con
capacidad de adaptación.
Me ha
sorprendido al terminar la novela y gracias a una nota de su autora que tanto
el entorno como el personaje de Elise están inspirados en la realidad. El
pueblo de Tyneford es una recreación de un pueblo fantasma situado en la costa
de Dorset llamado Tyneham (es el que aparece en la imagen). Fue un lugar
apartado del resto del mundo y casi secreto que contaba con una de las más
bellas mansiones isabelinas. Después de ser habitado durante mas de mil años el
gobierno requisó todos sus terrenos y los dedicó al entrenamiento del ejército.
En la actualidad se conservan algunas de sus ruinas.
Así mismo, el
personaje de Elise está inspirado en la tía abuela de la autora, Gabi Landau,
que tuvo que huir y refugiarse junto a una familia inglesa como cuidadora de
niños en 1930 ayudada por su hermana con quien no volvió a reunirse hasta 30 años
mas tarde. Como muchas otras jóvenes judías perdió todos sus privilegios y
pasaron a servir a otras personas.
Una de las
cosas que me han gustado especialmente de la novela, a parte de la historia en sí,
es la magnífica recreación que en ella se hace de los ambientes en que
transcurre la novela. La vida en la mansión está perfectamente retratada. La
jerarquía y el ambiente entre los criados, las costumbres así como la encorseta
educación inglesa que marcaba todo comportamiento. La rectitud del mayordomo de
la casa que en su afán de mantener la impecabilidad del servicio insiste en que los señores nunca
deben ver como se arreglan las estancias y parezca arte de magia o la envidias
entre los trabajadores por alcanzar un determinado puesto o la ceremonia para
tomar el té diariamente independientemente de lo que alrededor ocurra. Unas
condiciones estrictas y rigurosas donde las apariencias priman sobre los
sentimientos.
La novela está
narrada en primera persona a través de Elise. Comienza con un recuerdo de la
protagonista que vuelve atrás en el tiempo para hacernos participes de lo que
vivió en ese tiempo. Como una especie de memorias. La prosa resulta sobre todo
muy cercana e intima, amena y encantadora con cierto toque de musicalidad y
lirismo.
Conclusión