A Dolores Redondo
la conocí con El guardián invisible,
la primera novela que forma parte de la Trilogía
del Batzán. Solo puede decir que la disfruté muchísimo por las muchas características
atractivas e interesantes con las que se había construido. No solo logró
embelesarme a mí sino a muchísimos lectores que al ver que La cara norte del corazón salía a la venta, le pusimos ojitos.
Y la razón es que
la protagonista de esta novela vuelve a ser Amaia Salazar (que me conquistó
plenamente en la Trilogía del Baztán
y que es un personaje que me encanta). Pero en esta ocasión vamos a retroceder
en el tiempo (se trata de una precuela aunque rigurosamente no es necesario
leerlas todas) y la conoceremos en dos periodos muy importantes de su vida, que
la marcaron como persona y como la inspectora en la que se convertiría en el
futuro.
Nos situamos en
2005, Amaia es una joven de veinticinco años y es subinspectora de la Policía
Foral de Navarra. Pero no es ahí el lugar donde estamos porque la protagonista
participa en un curso para policías de la Europol en la Academia del FBI en
Estados Unidos, por lo que, es allí, en Quántico, donde se va a desarrollar la
historia. Y en donde además van a estudiar un caso real cometido por un asesino
en serie cuya actuación es tan peculiar como difícil de identificar. Amaia
formará parte de esa investigación.
Os podría contar
más cosas del argumento (otros ya lo han hecho) pero yo me voy a plantar aquí y
os voy a dejar con la miel en los labios. Solo os diré que el caso criminal que
investigan en el FBI y en el que participa Amaia me ha gustado muchísimo. Y ya
sabéis que en este género son pocos autores los que consiguen convencerme pero
este me ha parecido muy original y con mucha miga. Pero aun así creo que la
autora ha sabido desarrollarlo muy bien en la novela construyendo una trama
atractiva e interesante a la vez que compleja porque hay que darle muchas
vueltas para imaginarlo y poder hacerlo coherente y creíble para el lector.
Si hay algo que me
gusta de Dolores Redondo es que sus novelas tienen corazón, negro, pero
corazón. Una de las cosas que más aprecié de las anteriores es conocer a fondo
el turbulento pasado de la protagonista. La historia íntima y personal de Amaia
es traumática, conmovedora y perturbadora al mismo tiempo. Parte de ella la conocimos
en la trilogía y en esta vivimos de una forma más cercana otra parte pero que
hace que comprendamos muchas cosas. A pesar de que ocupa menos espacio en la
novela me ha gustado muchísimo y se ha hecho demasiado breve. En ella conocemos
un suceso ocurrido a la Amaia de doce años, cuando estuvo durante unos días
perdida en el bosque. Conoceremos y se nos explicarán mucho, en este caso,
sobre la relación que tiene con su padre. Y por supuesto de algunas vivencias
con la entrañable tía Engrasi con quien vivía (las razones se explican en la trilogía).
Me siento muy cercana a este personaje.
Y si había un personaje
de verdad intrigante en la trilogía era Dupree. Esa persona a quien Amaia
recurría con frecuencia telefónicamente, pero de quien poco a nada sabíamos hasta
ahora… Y aquí callo porque no quiero decir nada más.
Otra de las características
que hace diferente a esta autora y sus novelas negras es que la ubicación y el
folclore de la zona tiene mucha importante. En La cara norte del corazón
dejamos atrás la mitología navarra sustituyéndola por la de Nueva Orleans (un
lugar plagado de supresiones, donde se practica mucho la santería y la magia
negra y se cree diversos seres sobrenaturales) en el momento en que el huracán
Katrina asoló la ciudad.
Me da la sensación
de que he nombrado constantemente la trilogía durante esta reseña, pero creo
que se entienden muchas cosas cuando has leído los libros anteriores. La única pega que podría poderle es que en algunos momentos el ritmo se ha hecho algo lento y descompensado.
En definitiva, creo
que La cara norte del corazón es un
libro imprescindible si te gustaron los anteriores. He disfrutado muchísimo de
su lectura, me ha cautivado y no puedo hacer otra cosa que recomendarla.