viernes, 8 de mayo de 2015

El origen de la tristeza - Pablo Ramos



Título: El origen de la tristeza
Autor: Pablo Ramos
Publicación: Malpaso, enero de 2014
Páginas: 168

El origen de la tristeza es el mapa moral de un paisaje tallado a golpes de realidad inclemente, de un territorio severamente humano que adquiere (por ello) dimensiones míticas. Y es también la estampa de un recuerdo que Pablo Ramos logra dibujar con tres lápices bien afilados: la escritura exacta, el humor inmisericorde y la mirada piadosa.   Gabriel se aleja bruscamente de la infancia  cuando los viejos perfiles de su barrio empiezan a desvanecerse y las aguas corruptas del arroyo Sarandí despiden llamas literales. Tiene un maestro que duerme en el cementerio, donde las tumbas imparten lecciones sobre la vida. Juega con una barra de pibes, pero allí ese juego es además una partida contra la muerte. Gabriel conquista la precaria madurez que se le ha otorgado entre raíles, pesadumbres, garrafas de vino, tierras baldías, aventuras insensatas, amigos rotos e inquebrantables y colectas que pagan el descubrimiento de la carne. No será el único descubrimiento.

Mis impresiones

Es muy curioso lo que me ha ocurrido leyendo este libro. Su historia ha captado mi interés, en cada página encontraba un motivo para seguir hacia adelante pero también me ha dejado la sensación de que o no he terminado de cogerle el punto a la historia o que me han faltado algunas parcelas en la  misma para terminar de hacerme con ella.

El origen de la tristeza no se rige por la clásica estructura que conlleva una introducción, un nudo y un desenlace final ni tiene una línea argumental completamente definida. En realidad incluso podríamos considerar que es un libro que se compone de tres relatos que aunque tienen en común una misma base y están íntimamente relacionados nos cuentan tres historias diferentes.

Gabriel es un joven que está traspasando esa difícil etapa en la que se abandona la niñez para dar paso a un mundo nuevo donde con cada descubrimiento va dejando de lado la inocencia. Nos encontramos en los años ochenta en un barrio humilde de Buenos Aires llamado El Viaducto, donde cada cual se busca la vida como puede. Y así Gabriel nos cuenta como intenta junto a su amigo Rolando, el cual ha encontrado una forma de vida en el cementerio, conseguir los veinte pesos que necesita para hacer un regalo especial a su madre por su cumpleaños. También nos cuenta como se incendia el arroyo Sarandí cuyas aguas están repletas de inmundicia mientras los Pibes, como llaman al grupo de amigos en el barrio, vive sus propias aventuras. O como de repente uno se encuentra con una circunstancia que lo cambia todo y le hace enfrentarse a la pura realidad.

Son tres anécdotas en la vida del protagonista que marcan un estilo de vida, una manera de concebir el mundo y nos muestran cómo algunos hechos pueden incidir rotundamente en la forma en que se forja nuestra personalidad. En un barrio que vive entre fábricas de transformación de cuero abandonadas, un apestoso arroyo lleno de podredumbre, un cementerio que despierta temores, la escasez de trabajo, la delincuencia, los vicios, la intolerancia al diferente, la adolescencia solo se puede vivir de una manera: cuestionando lo que hay alrededor.

Gabriel, su protagonista, se encuentra en esa etapa de la vida en que descubre nuevos sentimientos y que se le antoja preciso esconder a los demás.  A su familia en primer lugar en un momento en que en cierto modo sus padres se convierten en desconocidos y los silencios marcan la pauta. Una época de rebeldía, de incomprensión, de mirar al mundo con ojos escrutadores e intentar encontrar una verdad distinta hasta la conocida en ese momento. Un mundo que se acerca al de los adultos pero que al mismo tiempo es incompatible con él. Y como en la vida de cualquier adolescente la amistad se convierte en algo esencial. El Tumbeta, el Chino, la Rata, Carlón, Marisa o su hermano Alejandro son compañeros inigualables con los que compartir aventuras y con quien descubrir el alcohol, el sexo o las drogas, que suponen grandes atractivos.  Su padre tiene un taller mecánico que hace aguas porque la importación de bobinas coreanas ha entrado fuerte en el mercado. Su madre está embarazada por tercera vez y de vez en cuando amenaza con abandonar a su marido por la situación económica que viven.

El título, El origen de la tristeza, hace referencia al abandono de la infancia, a la perdida de ese mundo colmado de felicidad que luego se recordará durante años con nostalgia y melancolía. A la perdida de esos años de libertad, de juegos, de descubrimientos, de aprendizaje, de valores que se tambalean, de estímulos, y entrar en un estado mucho más aparatoso y complejo en el que los actos tienen consecuencias, en el que ya no se puede disculpar cualquier cosa y uno comienza a ser responsable de sus actos.

Pero os decía al principio que bien podría considerarse este un libro de relatos que tienen un nexo de unión común. Y aunque me ha parecido un relato curioso que ha captado mi interés quizás yo hubiese disfrutado más la historia con una línea argumental más definida. Esperaba en cierto modo que el autor me llevará a una especie de conclusión o un desenlace que uniera y le diera continuidad a esta historia. Porque he sentido que faltaban partes para hacerme un retrato completo de la vida del personaje, de su entorno y su familia. De hecho la figura del padre y la madre me quedan algo difusas.

El autor de El origen de la tristeza nació en el suburbio bonaerense de Avellaneda y estos orígenes condicionan el lenguaje de todo el relato. La historia está narrada en primera persona por su protagonista con un estilo vivaz y algo crudo de forma que su narrador nos muestra su interior sin tapujos. Aunque resulta un relato fluido  que no se pierde demasiado en cosas superfluas ni en adornar excesivamente me he encontrado con la complicación que supone entender y distinguir el sentido de algunas palabras y expresiones que solamente se utilizan en argentina, el lugar donde se desarrolla la historia.

Conclusión

El origen de la tristeza es un libro agridulce de esos que te van dando una de cal y una de arena. Una historia en la que me hubiese gustado encontrar un mayor desarrollo de las circunstancias del protagonista y me ha dejado algunas cuestiones sin resolver. Quizás encuentre la respuesta en La ley de la ferocidad en la que el autor recupera el personaje de Gabriel, en este caso ya adulto, para volver al pasado y encontrar sus raíces.

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