viernes, 7 de julio de 2017

El hijo de todos - Louise Erdrich



Título: El hijo de todos
Autora: Louise Erdrich
Publicación: Siruela, junio de 2017
Páginas: 364

Dakota del Norte, verano de 1999. Landreaux Iron dispara a un ciervo en la linde de su propiedad pero, al acercarse, descubre que ha abatido al hijo de sus vecinos: Dusty Ravich, de cinco años de edad y mejor amigo de su propio hijo, LaRose. Las dos familias han estado siempre muy unidas y los niños prácticamente se han criado juntos. Landreaux, horrorizado ante lo sucedido, busca consejo en las visiones y ritos de sus antepasados indios, quienes le descubrirán una manera de reparar en parte el mal causado. Al día siguiente, junto con su esposa Emmaline, entregarán al pequeño a los desconsolados padres de Dusty: «Ahora nuestro hijo será vuestro hijo». LaRose se convierte así en la piedra angular que mantiene en pie a ambas familias, permitiendo que su dolor comience lentamente a remitir. Pero la súbita intervención de un extraño, vendrá a poner en peligro el frágil equilibrio alcanzado...

Con una prosa desgarradora, la nueva novela de Louise Erdrich examina con gélida belleza las insondables consecuencias de una tragedia cotidiana. A través de una intensa historia de duelo y redención, la autora propone un personal acercamiento a temas universales como el poder curativo del amor o la insaciable necesidad de consuelo que todos los seres humanos necesitan.

Mis impresiones

Aún no había tenido la oportunidad de leer a Louise Erdrich a pesar de que es una autora que tiene ya un amplio bagaje en la literatura y que ha sido ganadora, entre otros, del National Book Award en 2012 con La casa redonda. El hijo de todos, publicada recientemente por Siruela, también ha sido premiada aunque en este caso ha sido con el National Book Critics Circle Awards este mismo año.

“Landreaux esperaba allí donde los límites de la reserva partían en dos un tupido matorral –cerezos silvestres, álamos temblones y robles achaparrados- . Dijo que no había estado bebiendo y después no hubo señales de ello. Landreaux era un católico devoto que también respetaba las tradiciones, un hombre capaz de matar un ciervo, dar gracias a Dios en inglés y realizar una ofrenda de tabaco a otro dios en ojibwa.”

La novela comienza en Dakota del Norte en 1999. En la reserva ojibwa viven dos familias hermanadas. Los Ravich y los Iron son buenos amigos y vecinos. Las esposas son medio hermanas, se ayudan en lo necesario y sus hijos, LaRose y Dusty, han crecido jugando juntos. Un día Landreaux Iron dispara a un ciervo en el bosque pero cuando se acerca a recoger al animal se da cuenta de que no es tal sino el hijo de sus vecinos: el pequeño Dusty de cinco años.

Tras el incidente las dos familias quedan abatidas por la pena y la culpa. Landreaux busca la manera de resarcir su acto y la única manera de reparar el mal que ha causado la encuentra en una antigua costumbre ojibwa: entregará su propio hijo a la familia a quien él mismo ha arrebatado al suyo.

Con este comienzo tan potente nos sumergimos en una espiral de culpa, dolor y malestar de dos familias rotas por un accidente. En ella Erdrich nos habla de justicia, de perdón, de amor y de expiación de los pecados. Pero solucionar un asunto de tal magnitud no puede ser tan fácil como el hecho de sustituir a un hijo por otro y esto conllevará unas consecuencias para todos. Pero ¿Logrará redimir y proporcionar la paz a todos sus personajes? ¿Triunfará la buena voluntad o se impondrán los malos sentimientos? Quizás estos personajes vayan encontrando un camino pero la aparición e intervención de una tercera persona tendrá una importancia crucial.

Me ha parecido muy interesante ver las reacciones que se van generando en los personajes  y como están minuciosamente detallados en el plano emocional. Sus emociones son muy complejas y a la vez muy ricas en matices. Es una misma situación vivida desde diferentes ángulos. Landreaux siente el peso de la culpa, la impotencia de haber errado y no poder volver atrás. Un error que se ha saldado la vida humana y que no hay forma de expiar. Así con su decisión causa en Emmaline, su esposa, un doble dolor: el de ver a su medio hermana perder un hijo y el de verse ella misma privada del suyo. Y es que no puedes evitar ponerte en su lugar, sentir ese mismo sufrimiento que les impregna. La decisión que toman es devastadora para ellos y toda una declaración de intenciones. Porque es un acto tan horrible como noble.

Y por otra parte también uno también es capaz de comprender y sentir lástima por la otra familia. ¿Cómo puede uno sobreponerse a la pérdida de un hijo? ¿Cómo actuar frente al causante de ese dolor?  ¿Cómo no culparlo de la desgracia? Y no solo pierden a un hijo también a una familia y unos amigos. Nola y Peter ya no pueden ver de la misma forma a esa familia a quien les unía grandes lazos afectivos. Aunque en principio la idea de tener al pequeño LaRose en su casa no la consuela encontrará alguna forma rara de apaciguar ese dolor abominable que la hace enloquecer. Peter su esposo, lucha contra su propio deseo de tomarse la justicia por su mano, contra su subconsciente que le hace preguntarse si realmente fue un accidente o no. Y el pequeño LaRose se convierte es ese elemento capaz de sanar a las dos familias. Un niño a quien no se tiene en cuenta como persona.  

Pero la novela no gira única y exclusivamente alrededor de estos personajes sino que a través de otro variado grupo de secundarios Erdrich incorpora otros temas referentes a las relaciones que se establecen entre los vecinos de un mismo lugar así como sus propias historias.

La novela se desarrolla en una reserva india en Dakota del norte. La autora nos muestra las bases sobre las que se asienta la idiosincrasia de los objibwa que conoce de primera mano por sus orígenes. A principios del siglo XIX iremos conociendo su forma de vida, sus creencias, sus tradiciones y su cultura además de  cómo se produce ese choque entre la tradición de su pueblo y las nuevas generaciones más adaptadas a la nueva cultura americana. Además hay una serie de fragmentos situados en 1839 que nos darán una panorámica del pasado de la tribu haciendo patentes los cambios que se han producido en ella y su evolución. Y lo hace a través de un antepasado de la familia Iron. Una joven llamada LaRose. Todos los miembros con ese nombre tienen unas características especiales.

El hijo de todos está narrado con una prosa contundente, precisa y potente con una voz en tercera persona y un estilo muy pulcro y depurado. Erdich utiliza un tono delicado y emotivo pero también bastate crudo que en ningún momento llega a caer en la sensiblería o el dramatismo. Me gusta que haya tomado esta voz porque permite al lector ver mucho más allá del drama inicial y apreciar todo lo que sus personajes quieren contar.

Conclusión

El hijo de todos ha resultado una novela muy interesante. Una novela con un cariz muy emocional. Una novela que te invita a reflexionar y de la que destaco la descripción de sus personajes sobre todo.