viernes, 16 de mayo de 2014

La vida imaginaria - Mara Torres



Título: La vida imaginaria
Autora: Mara Torres
Publicación: Planeta, noviembre de 2012
Páginas: 251
 
¿Qué pasa por tu cabeza cuando la persona a la que quieres se va? ¿Qué haces con tu vida cuando tienes que pensarla otra vez? ¿Te la inventas? El mundo de Nata se llena de preguntas cuando Beto la deja. Pero el tiempo no se detiene, y los episodios que Nata cuenta de su propia historia la van llevando hacia un lugar donde todo vuelve a ser posible. Novedosa y contemporánea, esta novela tiene el nervio de un relato confesional, divertido y emocionante. Pero, por encima de todo, descubre a Fortunata Fortuna, un personaje fascinante que ha venido al mundo de la ficción para quedarse.

Mi experiencia con la novela

No conecto demasiado en gustos con el Premio Planeta, algo de lo que he me he dado cuenta tras estrepitosos fracasos en ciertas lecturas, por lo que no suelo elegir las novelas premiadas para llenar mis estanterías. Pero el año pasado se proclamó como finalista del mismo Mara Torres con La vida imaginaria (el premio se lo llevó finalmente Lorenzo Silva con La marca del meridiano), una novela de la que hubo opiniones bastante contrarias pero que no obstante a mí me llamó la atención. La portada y la sinopsis  me parecían sugerentes y decidí darle una oportunidad que le llegó hace unos días.

Después de leerla me ha parecido una novela muy justita. Tanto en personajes, como en su planteamiento así como su resolución. Es cierto que se lee del tirón, que resulta amena y entretenida pero poco más. Lo mejor que he encontrado en ella ha sido el tono con que está narrada, muy fresco y desenfadado, aún así me parece cuestionable este premio y me hace preguntarme cómo serían el resto de las novelas que optaban al mismo.

“La vida es una mierda. Que yo no digo siempre, digo ahora. Que yo no digo que la vida sea una mierda desde que nací, yo digo estos días, estas semanas, estos meses. Éstos en los que abro la ventana por las mañanas y me da igual si el pruno que hay enfrente está florido o se ha podrido. Estos meses que no tienen color, que ni siquiera son en blanco y negro, sino que son planos”

Así comienza a narrarnos Fortunata, a quien todo el mundo conoce como Nata, lo que han sido sus complicados últimos meses de vida desde que Alberto, su novio desde hacía tres años, la abandonara. Desde ese momento ha estado sumida en una profunda tristeza intentando encontrar los motivos por los que Beto se fue de su lado sin saber muy bien si ella es la culpable.  En el fondo está convencida de que sólo es un bache, de que las cosas se solucionarán y tarde o temprano volverá a llamarla y ambos serán los mismos de siempre. Aún así mientras tanto sabe que tiene que continuar con su vida, adaptarse a la soltería, ir a trabajar, salir con sus amigas y componer de cualquier manera los trocitos que quedan de ella. Aunque su imaginación siempre le lleva al mismo lugar.

Como veis el argumento no presenta ninguna singularidad. Reconozco que ha de ser difícil aportar algo nuevo en un tema tan explotado como es una ruptura sentimental y lo que ocurre después de ella pero a mí me ha dado la sensación de que lo que nos cuenta Mara Torres ya nos lo han contando mil veces de distintas maneras y en diferentes estilos. Si es cierto que perdemos en originalidad también es verdad que la novela gana en realismo. La vida imaginaria trata sobre sentimientos universales por los que la mayoría de nosotros hemos pasado alguna vez. Con cierto tono melancólico su protagonista va pasando por diferentes fases y estados de ánimo intentando superar una ruptura que le ha pillado desprevenida y que en el fondo no llega a aceptar.  

El título La vida imaginaria hace referencia a la capacidad de Nata para abstraerse en un mundo interior y crear sus propias escenas imaginarias en las que suceden las cosas que a ella le gustaría que ocurrieran. Este aspecto onírico está entre aquellos que más he disfrutado de la novela porque le aporta un toque de magia y recrea momentos muy especiales que son los que de algunas manera salvan la novela.

Pero entre sueños, divagaciones y reflexiones la autora toca también el tema de la crisis económica, la problemática de encontrar un empleo y la situación precaria de la sociedad con los recortes. Temas que, en mi opinión, ha metido con calzador en la novela quizás con la pretensión de incorporar algún elemento más complejo o de mayor interés en la misma.

En cuanto a los personajes de la novela resultan todos demasiado planos. A quien más conocemos es a su protagonista, Nata, y el resto quedan bastante desdibujados, tanto interior como exteriormente, e incluso en ocasiones sólo llega a recuperarlos en los momentos que los necesita para apoyar ciertas acciones o circunstancias.

A sus treinta años, Nata trabaja como publicista en una agencia de Madrid. Es una soñadora y como tal, siempre está con la cabeza en las nubes viviendo una realidad que ella misma inventa pero no sabe reaccionar y reconducir su vida. A pesar de que es un personaje al que no cuesta mucho entender al principio de la novela al ir avanzando en su lectura he notado ciertas contradicciones en el mismo. Por un lado me ha resultado muy real y de alguna forma simpático pero también se me ha hecho difícil encontrar el ritmo que la evolución del personaje requería. Si al principio encontramos una mujer que intenta llenar un espacio vacío, poco a poco vemos que no lo consigue, que se engaña a sí misma, que por un lado desea volver a encontrar el amor pero que también tiene miedo, para solucionar todo ello de golpe y plumazo.

El mayor acierto en la novela es su tono narrativo, desenfado y con un toque de humor que ayuda a diluir la carga dramática que en el fondo contiene la novela. Está narrada desde el punto de vista de la protagonista quien en primera persona nos hace participes de sus sentimientos, algunos recuerdos, sus sueños y esperanzas. La historia se sustenta en un monólogo interior que vuelca en un documento en el ordenador a modo de diario en el que a la vez que escribe se va desahogando. En ocasiones habla consigo misma y otras veces expresa lo que le gustaría decirle a su exnovio, una figura que está muy presente en su vida.  El estilo es sencillo, natural e incluso a veces demasiado coloquial para mi gusto, en el que frecuentemente introduce tacos prescindibles. Aunque la sintaxis de la novela es muy básica hay momentos en los que introduce algunas frases de mayor complejidad que difieren del tono general sin motivo aparente.

La novela se estructura en tres partes divididas a su vez en un gran número de capítulos de corta extensión que agilizan mucho su lectura, junto al estilo narrativo y la amplia presencia de diálogos constituyendo una lectura que se puede consumir en un par de tardes. El final, bonito pero demasiado facilón.

Conclusión

La vida imaginaria me ha parecido una novela que se deja leer, que resulta amena pero a la cual le faltan ciertas dosis de originalidad y profundidad en su historia. Una novela por la que pasar sin demasiadas pretensiones y con la que consumir alguna tarde de ocio.