Tracy Chevalier es una autora que
podéis encontrar frecuentemente en este blog porque disfruto ampliamente con
ella. Sus libros tienen un estilo muy característico contando con unos
elementos fijos y otros que van cambiando. Por ello, como digo, sus novelas
tienen por decirlo de alguna manera un corte similar. Son lecturas más bien
tranquillas, sin mucho ritmo, con una ambientación maravillosa y fiel a la
realidad, unas protagonistas que reivindican el feminismo y un tema concreto
alrededor del cual gira la trama.
En este
caso esa parte histórica de la novela aborda el tema de las mujeres que
bordaban cojines y reclinatorios para la catedral de Winchester, que por lo
visto se siguen utilizando a día de hoy. Quizás no sea el tema que a mí más me
llame la atención o más interés me genere pero os puedo asegurar que he
disfrutado de esta novela. Y además he aprendido una parte de la historia que
no conocía.
La novela
arranca en algún momento del año 1932 en un pueblo del sur de Inglaterra
llamado Winchester. Violet Speedweell
tiene treinta y ochos años y ya se puede asegurar que es una solterona. El
único novio que ha tenido murió en la I Guerra Mundial en donde perdió también a
uno de sus hermanos. Su madre es una viuda malhumorada, amargada y quejicosa
con la que no se puede vivir por lo que ella ha abandonado el hogar donde ha
crecido en Southamtpon y se ha
trasladado a Winchester. Allí trabaja como mecanógrafa en una oficina de
seguros y vive en una pensión de una forma tan modesta que apenas puede
mantenerse.
Su vida no
tiene muchas alegrías hasta que en la catedral de Winchester se encuentra con
un grupo de bordadoras que realizan cojines y reclinatorios. Bajo la
supervisión de Louisa Pesel (un personaje histórico real) aprenderá esta labor.
Poco a poco irá llenado su vida de cosas descubriendo que el matrimonio no lo
es todo en la vida.
Tras la I
Guerra Mundial el número de hombres que habían fallecido en el frente fue tan
notable que muchas mujeres no tuvieron opción para casarse. Y esto en los años
treinta representaba un problema para muchas. La independencia como tal, era
casi imposible. Los empleos a los que tenían acceso eran muy limitados con un sueldo
insuficiente para vivir e impensables para los hombres. Habitualmente las
mujeres los abandonaban cuando se casaban para cuidar la casa y el marido. Las
que no “pillaban” marido solían cuidar de los progenitores. Es la situación de
Violet y la forma en que Chevalier realiza una renuncia feminista.
Violet
quiere ser independiente. Simplemente. No es que haya renunciado al amor (u
otro tipo de relaciones con los hombres) y no está cerrada a encontrarlo pero
tampoco cree que es algo necesario para sentirse desarrolla como mujer. Es un
personaje muy bien construido y con el que el que yo como lectora me he sentido
cómoda. Me he puesto en su lugar y la he comprendido. NO es que resulte un
personaje arrebatador si no que es un perfil muy realista y muy humano.
Las
mujeres de Winchester es una novela como anticipaba que tiene un argumento
sencillo, que proporciona una lectura tranquila (no hay mucha acción ni muchos diálogos)
y que creo que es más indicado para aquellos lectores que disfruten del estilo
tan depurado, elegante y pulcro de la autora, de las bonitas descripciones y
detalles de la narración y del trasfondo histórico.
En definitiva,
Las mujeres de Winchester no es la novela que más me ha gustado de la autora
por, ya os decía, ese tema de los bordados que personalmente no me llama tanto
la atención como otros que ha tocado. Lo innegable es que si he disfrutado de
su lectura, su narración y ese personaje que busca la felicidad.