Título: La hija del
fotógrafo
Autor: Víctor
Navajo
Publicación:
Caligrama, marzo de 2018
Páginas: 492
Sebastián, nacido
en 1941, es un adolescente reflexivo y observador que descubre, con solo diez
años, el poder de las palabras. Desde entonces, se esfuerza en aprender a
usarlas adecuadamente con un solo objetivo: compensar su escasa valentía y
fuerza física. Para ello, las colecciona en carpetas etiquetadas por sabores,
sentimientos, colores, etcétera, logrando conseguir el respeto de sus
compañeros del instituto.
«No tendré músculos
pero tengo palabras», reflexiona tras su éxito.
Amelia es la hija
de un fotógrafo combatiente de la División Azul, hecho prisionero por los rusos
en 1942, pocos meses después de que ella naciera en Berlín. Repatriado a España
tras once años de cautiverio, recupera a su hija y ambos se establecen en
Jarana, el pueblo de Sebastián. El joven se enamora de la muchacha y en su
diario va describiendo las inquietudes y zozobras que ese sentimiento provoca
en él, así como las entrañables relaciones con sus dos amigos, la vida del
pueblo y los conflictos físicos y religiosos que le causa su incipiente
sexualidad.
Dos años más tarde
Amelia se traslada a Madrid. Sebastián no soporta la separación e intenta
localizarla, emprendiendo una serie de aventuras que somete a prueba su
tenacidad e ingenio.
Mis impresiones
Si observamos la biografía de Víctor Navajo no puede
resultar más curioso la cantidad de labores que ha ido realizando desde los
catorce años. Ha sido desde granjero, dependiente de una tienda de ultramarinos
u operador de tricotosas hasta teniente de la Academia General de Aviación,
miembro del equipo español de acrobacia aérea entre otras muchas cosas o inventor.
También tiene una faceta como escritor y La
hija del fotógrafo es su primera novela no destruida.
“Este diario me lo ha regalado mi padrino,
el tío Baltasar. Tiene fama de aventurero porque se escapó del pueblo hace un montón
de años y se fue a Argentina; pero he oído decir a madre que, en realidad, lo
envió allí el abuelo para que no le pillase la guerra que se veía venir.”
Esta historia comienza en Jarana en mayo de 1954. Sebastián
es un chico de trece años al que le gustan los libros y estudiar. De mayor dice
querer ser escritor. Cree que a falta de cualidades físicas es la mejor forma
de ser alguien en el futuro.
Vive en un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce y
donde la vida de los demás es pública. Así cuando repentinamente muere Don
Laurentino, el fotógrafo del pueblo, se monta un gran revuelo. Pero lo más
importante para Sebastián es la llegada de un nuevo fotógrafo que ocupa el
estudio con su hija Amalia, que tiene su edad. Es la primera vez que el
muchacho siente mariposas en el estómago y una nueva emoción a la que no sabe
ponerle nombre. La muchacha también parece aceptarle pero pronto se tendrán que
separarse.
La hija del
fotógrafo nos narra una gran historia de amor y a la vez es un homenaje a
la palabra. Porque es través de las palabras la mejor forma de conocerse a uno
mismo y dar a los demás lo que hay en nuestro interior. Esta novela nos cuenta la
pericia de un muchacho que enamorado no quiere permitir que esa persona que
siente como su alma gemela se escape de su vida. Y para ello está dispuesto a
cualquier cosa.
Cuando hablamos de una historia de amor nos suele venir a
la cabeza un romance empalagoso y en esta novela no nos vamos a encontrar eso
sino una novela en la que hay realismo y honestidad. Es una relación que se cimienta
sobre la amistad, sobre la cercanía, sobre el afecto y el compromiso. Una historia
que nos deja el mensaje de que hay que luchar contra las adversidades y perseverar
en conseguir lo que a uno le realmente le importa.
Una de las grandes bazas de esta novela, en mi opinión,
es la construcción de personajes. A Sebastián le conoceremos desde que tiene
trece años e iremos viendo su evolución. Comenzando por esos pequeños problemas
que tiene un casi adolescente que se siente diferente por ser débil. Él es la
oveja negra de la familia. No es fuerte, ni valiente ni decidido así que se
refugia en las palabras y se da cuenta de que ello es lo que puede
proporcionarle en la vida las herramientas que no tiene. Veremos cómo se
enamora por primera vez pero también como esa persona se aleja de su vida. Al resto
de los personajes los conoceremos según la percepción que el protagonista tiene
sobre ellos.
Un elemento muy importante en la historia es el enclave
espacial donde comienza. Estamos en un pequeño pueblo llamado Jarana. La vida
transcurre con tranquilidad y monotonía y cualquier hecho por nimio que sea se
recibe con curiosidad y expectación. Sus vecinos saben casi tanto de la vida de
los demás como de la suya propia. Las habladurías pueden destruir a una
persona. Luego los escenarios van cambiando en un viaje que Sebastián realiza
persiguiendo al amor de su vida. Aunque no quiero contar demasiado.
La hija del
fotógrafo es una novela que se desarrolla con calma. Tiene un ritmo pausado
incluso en algún momento demasiado cadencioso al principio pero creo que le da
la oportunidad al autor de explorar y profundizar en otras cosas. Como por
ejemplo la reconstrucción de la vida a partir los años cincuenta en España con
un país sumergido en plena posguerra. Se nota que el autor ha trabajado bien
este aspecto y lo ha difuminado muy bien con la trama ficticia de forma que lo
leemos con total naturalidad. También es cierto que es una novela que va
ganando a medida que avanzas en ella ya que en la que en la segunda parte
ocurren más cosas y se abren diferentes subtramas con cierta intriga hasta el
desenlace.
Otra cosa que remarcar en la novela es su estilo
narrativo. La primera parte se desarrolla a través del diario de Sebastián y es
una voz que creo que está realmente bien lograda. Realmente tienes la sensación
de que es un chico de trece años el que te habla. No solo por la forma de
hablar sino por las preocupaciones, sus emociones, su forma de razonar o cómo
ve la vida. Y todo ello en consonancia con la época en que se desarrolla. Creo
que ha sido uno de los personajes más creíbles que he leído nunca. Una voz que
madurando a la vez que crece el personaje y se convierte en adulto y se acerca
a su sueño de ser escritor. La segunda parte de la novela es quizás menos
emocional y cambia el tono narrativo. Ya no es su diario sino sus memorias.
Conclusión
Leer La hija del fotógrafo
ha sido una buena experiencia. Es una novela que va ganando conforme avanzas en
ella. Su protagonista está maravillosamente recreado y cuenta con una excelente
ambientación.