Título: La niña de nieve
Autora: Eowyn Ivey
Publicación: Grijalbo, noviembre de 2011
Páginas: 398
En Alaska, 1920, la sorprendente
aparición de una niña convierte el sueño de un matrimonio maduro de tener una
hija en realidad, pero: ¿habrá realmente surgido la niña de la nieve?
En los silenciosos bosques
nevados de Alaska, la aparición de una niña misteriosa y salvaje cambiará la
vida de una pareja que se había refugiado en ese paraje blanco huyendo de la
tristeza y la monotonía de la ciudad. Una historia conmovedora sobre el amor,
la ilusión, las segundas oportunidades y la capacidad de creer, ambientada en
las hermosas y agrestes montañas de un país tan bello como duro, tan desafiante
como inspirador.
Mi experiencia con la novela
Nunca se es
demasiado mayor para dejarse llevar por la magia de los cuentos y esto es algo
que he comprobado cuando La niña de nieve
ha caído en mis manos. Una lectura que me ha emocionado, que he disfrutado de
principio a fin y que estoy segura que tardaré en desprenderme de ella.
Cuesta creer
que sea el primer libro de su autora, Eowyn Ivey, porque ha conseguido como
resultado una obra muy interesante basada en una antigua leyenda rusa llamada Snegurochka (La doncella de nieve) en la
que una pareja de ancianos que no pueden tener hijos crea una niña de nieve que
cobra vida. Y a esto yo le llamo talento.
“Mabel
ya sabía que habría silencio. Al fin y al cabo se trataba de eso. De un
silencio libre de arrullos y de llantos de bebés. Sin gritos de niños que
juegan en las casas vecinas. Sin el rumor de pasitos sobre unos escalones de
madera gastados por los años y las generaciones, sin el traqueteo de juguetes
arrastrados por el suelo de la cocina. Desaparecerían todos esos ruidos que
clamaban su fracaso y su pena, y en su lugar solo habría silencio.”
Así comienza
esta historia que nos sitúa en Alaska en el año 1920. Jack y Mabel son una
pareja de mediana edad que en un último intento de encontrar la felicidad se
han trasladado a un paraje alejado del mundo para vivir los dos solos en paz y
tranquilidad. Desde que una decena de años atrás perdieran un hijo al nacer se
sienten profundamente tristes.
Una noche,
durante un gran nevada, algo les ronda el corazón y crean cuidadosamente una
niña de nieve a la que visten con algunas de sus ropas. A la mañana siguiente
tanto la ropa como la muñeca han desparecido y justo comienzan a ver en los
alrededores de la casa una pequeña niña de dorados cabellos, ojos azules y una
piel tan blanca como la nieve acompañada de un zorro salvaje. Esta aparición
cambiará sus vidas.
Indudablemente
su historia resulta llamativa y sugerente a priori pero una vez te sumerges en
ella resulta tremendamente adictiva. La
niña de nieve es una novela que destila emociones muy distintas. La
ilusión, desilusión, el amor, la amistad, la solidaridad, la tristeza, la
lealtad son sentimientos presentes en sus páginas.
Las dos
figuras protagonistas me han resultado tremendamente entrañables. Mabel y Jack
son capaces de generar una inmensa ternura en el lector. El silencio, la
tristeza y la desesperanza se ha instalado de forma permanente en sus vidas. Se
trata de una pareja que aprovechando que el gobierno federal de Alaska buscaba
granjeros que se instalaran a lo largo de la ruta de ferrocarril abandona la
comodidad de su hogar, su entorno reconocible para mudarse a uno de los lugares
más inhóspitos de la tierra con tal de obtener paz y tranquilidad huyendo de
los recuerdos y el dolor. Después de perder a su hijo recién nacido, de quien
ni siquiera había podido despedirse, Mabel se había ido marchitando y
encerrando en sí misma. De repente las reuniones familiares se convirtiendo en
un suplicio, niños y embarazadas en un tortura, en un recuerdo constante de lo
que había perdido y nunca podría recuperar. Jack en cambio, lo vive a su
manera, en el silencio, cansado de trabajar una tierra árida y yerma de la cual
apenas es capaz de obtener alimentos.
Pero cuando
esta preciosa niña aparece de repente la ilusión y una pizca de toda la felicidad
que habían perdido vuelve a sus vidas. La pequeña se llama Faina y deambula
sola por el bosque, aparece y desaparece con su pequeño abrigo azul envuelta en
un halo de misterio. Mabel está convencida de que es una niña mágica, el muñeco
de nieve que ellos mismos crearon ha cobrado y vida se ha convertido en
persona. Esta idea surge de una leyenda narrada en un libro que su padre le
leía en la infancia. Pero la leyenda siempre acaba mal y el miedo termina por
aparecer.
Poco a poco
y gracias a la niña la pareja va sintiéndose capaz de relacionarse con otros
granjeros que viven cerca y su sensación de desamparo y aislamiento va
desapareciendo. Encuentran dos amigos en la pareja de granjeros Esther y
George, personas desinteresadas a las que convertir en su familia, con las que
trabajar codo con codo y con las que recuperar las risas.
Uno de los
grandes aciertos de su autora es narrarnos la novela como si se tratase de un
cuento en el que la magia es un aspecto fundamental. No es magia en el sentido
fantástico sino más cerca del realismo mágico. Eowyn Ivey juega constantemente
con diversos elementos que crean ambigüedad y de forma que causan distintas
percepciones en el lector. ¿Realidad o ficción? ¿La niña es de nieve o carne y
hueso? Una cuestión que deja, de forma muy adecuada, en el aire durante la
novela y a la que cada cual podrá ir interpretando según su punto de vista porque
ella no revelará fácilmente sus bazas.
La
ambientación en la novela es excelente. Gracias a las preciosas descripciones
de su autora sentimos el frío en nuestra piel, el paisaje inmaculadamente
blanco, los silenciosos bosques, el agua congelada, los animales salvajes. Este
entorno juega un papel fundamental en la novela. No sólo intensifica la
sensación de soledad en que viven sus protagonistas en una granja alejada del
mundo en pleno bosque sino que les hace enfrentarse a unas condiciones de vida
muy duras autoimpuestas por ellos mismos. La dificultad para trabajar la
tierra, la escasez de dinero y alimentos les hace superarse, ir más allá y
encontrar sus caminos.
La novela se
estructura en tres partes, dividas a su vez en capítulos de corta extensión,
más un epílogo. Para narrarla Eowyn Ivey utiliza una prosa sencilla y natural
pero muy cuidada y tremendamente sugerente. Con frases muy acertadas y de gran
belleza. El ritmo en la novela es pausado aunque su lectura resulta muy ágil y
es capaz de mantener el suspense intacto durante la misma pero no sin pasar por
un pequeño escollo en el que durante algunos capítulos y de forma momentánea
parte del hechizo se pierde y la trama da un giro inesperado pero que la autora
es capaz de recuperar y alzar de nuevo el vuelo.
Conclusión
La niña de nieve es un cuento plagado de magia,
una historia emocionante y bella. Una lectura deliciosa para disfrutar de
principio a fin, para enternecerse con sus personajes y disfrutar de la magia
de los cuentos.