Indudablemente una queda mucho mejor si dice estar leyendo a
Dickens o Kafka que si cuenta de forma entusiasta haberse comprado la última
novela de David Safier (con todo mi respeto). Siempre que la ocasión lo permita
y la conversación lo requiera, introducir nombres como Proust, Shakespeare,
Tolstoi o Thomas Mann le da a una cierto prestigio y le sitúa en un nivel que
no todos los lectores llegan a alcanzar.
Adentrarse en la lectura de algunos de los clásicos como
Virgilio u Homero puede hacerle a uno muy erudito pero lo cierto es que en
ciertas ocasiones su lectura no resulta fácil ni demasiado entretenida. Cuando
queremos impresionar podemos hablar de autores consagrados pero en el fondo
seguro que hay otro tipo de lecturas, con menos caché, que seguro que alguna
vez nos hayan hecho vibrar a pesar de ser conscientes de que no destacan por su
calidad y tal vez, incluso sean un poco malas. Un mismo lector no siempre
necesita lo mismo y a veces buscamos mera diversión o entretenimiento sin más
complicaciones.
Ernest Hemingway dijo en una ocasión:
“La obra clásica es un libro que todo el mundo admira, pero que nadie
lee”
Todos sabemos que debemos conocer los clásicos, que de ellos
se desprende sabiduría a raudales pero
otra cosas distinta es la dosis de paciencia que maneje cada lector. En
ocasiones estos autores se convierten en un tortuoso y tedioso camino que
aburre hasta a las moscas. A quien no le ha perseguido hasta en sueños el
ingenioso hidalgo Don Quijote, con Sancho Panza, rocinante y yelmo incluido
cuando en la más tierna adolescencia, y cuando tenemos cosas muchísimo más
interesantes que hacer, se nos impone
este tipo de lectura.
¿Qué de verdad hay entre los libros que decimos haber leído
y los que en realidad hemos leído?
Pero me gustaría ir más allá. Hay muchos lectores que es verdad
que han leído clásicos pero al finalizarlo no han entendido nada. ¿Y de que
sirve esa lectura?
Ya que estamos en materia os propongo que me contéis cual
ese libro que os enorgullece haber leído, aquel que procuráis no mencionar a pesar de haberos entusiasmado y cuál es el
que habéis dejado por imposible.
Para romper el hielo os contaré que uno de los libros más
complicados que he leído ha sido Doctor
Zhivago de Boris Pasternak, cuyo estilo narrativo hizo que sus primeras
páginas se me hicieran cuesta arriba pero que terminé muy satisfecha.
En cambio, la saga Crepúsculo,
a pesar de sus limitaciones y sus pequeños inconvenientes la disfruté como una
enana.
El libro que jamás he podido terminar y lo he intentado
varias veces es Rayuela de Julio
Cortázar. Nunca he logrado pasar de las primeras páginas.