La maternidad es una de las experiencias vitales que más
cambia a una persona. Es sin duda algo, que por mucho que intentes ponerle palabras,
nunca podrás transmitir con exactitud. También es cierto que una de las experiencias
más personales que existen. Seguramente no habrá dos mujeres en el mundo que
puedan contar lo mismo ni que la hayan vivido de la misma manera. Puede que en
el discurso de otra no se reconozca por muy parecidas que sean sus circunstancias.
No soy de las que creen que ser madre sea algo
absolutamente necesario para una mujer, no creo que un hijo sea imperioso para completar
a una persona y siempre he pensado que la sociedad debería dejar de presionar a
las que eligen no serlo. Dejar de preguntar sus motivos, dejar que cada mujer
elija.
Sin embargo, tampoco estoy de acuerdo en esa corriente de
madres que creo que se sienten “estafadas” por laS demás o de personas que
piensan que todo son tabúes alrededor de la maternidad. Si. Hay cosas que no se
cuentan, intimidades que a una no le apetecen describir y que prefiere vivir en
la intimidad. Pero creo que no es ningún secreto y si nadie lo dice creo que es
de sentido común el hecho de que un bebé, o dos, o tres, o los que sean te
cambian de forma diametralmente opuesta la vida. No hay que ser un genio para
saber que durante muchos años tendrás un ser que depende casi practica y exclusivamente
de ti. Creo que muchas hemos hablado de esta dependencia, del cansancio, de la
falta de sueño, del desgaste físico y psicológico y el descontrol de una misma.
Creo que solo hay que ver a una mujer que acabe de ser madre para saberlo.
También nos convencen de que todas tenemos que vivir bajo
el mismo arquetipo de madre: la mujer paciente, omnipotente, fuerte, perfecta que
es capaz de llevar a cabo la lactancia como si fuera tan fácil como beberse un
vaso de agua, madres que saben cuándo tienen que cambiar un pañal, cuando dar
una medicina, qué ingredientes poner exactamente en el puré. Y no, realmente no
es así. Todo es mucho más complicado.
De todo esto y de muchas otras cosas más, referentes a la
maternidad nos habla Blanca Gago en la que es su primera novela titulada Historias que no se contaron. No es una
novela de ficción sino más bien una especie de “ensayo novelado” (no sé si técnicamente
existe algo así) en el que a través de Ana, la protagonista de esta historia
conoceremos las dificultades de ser madre y compaginarlo con su trabajo: la
escritura.
No solo nos habla de ella, sino que va intercalando las historias
de otras muchas personas que no llegaron a contarse. Poco a poco va citando y
sacando a la luz lo que vivieron y ellas mismas contaron escritoras como Sylvia
Plath, Lydia Davis, Virginia Woolf, Maggie O´Farrell o Edna O´Brien entre
otras. Algunas más conocidas que otras para mí. Muchas tuvieron graves
problemas emocionales, depresiones, otras se sintieron la soledad más absoluta,
la frustración, el sentimiento de culpa, algunas lidiaron con la incomprensión
y las imposiciones de la sociedad y otras tuvieron dificultades para conciliar
su trabajo y su vida personal.
Un libro en el que sin duda muchas mujeres se verán identificadas
y muchos hombres verán reflejadas a sus parejas o incluso a ellos mismos.
Aunque hay que reconocer que es menos habitual y, de hecho, el libro está
enfocado a la mujer.
Ha sido una lectura que me ha resultado muy interesante
pero que no sé si me atrevo a recomendar a todo el mundo. Porque, aunque creo
que este tipo de lecturas son necesarias también sé que a muchos de vosotros os
da cierto respeto la palabra ensayo. Pero Historias que no se contaron no llega
a las cien páginas y me parece muy muy recomendable.