Título: Duelo
Autor: Eduardo Halfon
Publicación: Libros del Asteroide, 2017
Páginas: 106
«Usted no escribirá
nada sobre esto, me preguntó o me ordenó mi papá, su índice elevado, su tono a
medio camino entre súplica y mandamiento. Pensé en responderle que un escritor
nunca sabe de qué escribirá, que un escritor no elige sus historias sino que
éstas lo eligen a él, que un escritor no es más que una hoja seca en el soplo
de su propia narrativa. Pero por suerte no dije nada. Usted no escribirá nada
sobre esto, repitió mi papá, su tono ahora más fuerte, casi autoritario. Sentí
el peso de sus palabras. Por supuesto que no, le dije, quizás sincero, o quizás
ya sabiendo que ninguna historia es imperativa, ninguna historia necesaria,
salvo aquellas que alguien nos prohíbe contar.»
En este nuevo libro
del proyecto literario de Eduardo Halfon, el autor guatemalteco, siempre
indagando en los mecanismos de la construcción de la identidad, se sumerge en
aquellos que se originan en las relaciones fraternales: duelo como combate que
se inicia con el nacimiento de un hermano y duelo también como luto por su
muerte. Una novela profunda y emotiva que acrecienta la reputación del autor,
«uno de esos escasísimos escritores –como señaló la revista francesa Lire– que
no necesitan escribir largo para decir mucho».
Mis impresiones
Esta es mi primera incursión a la obra de Eduardo Halfon,
un autor guatemalteco del que he oído hablar muy bien y por eso quería
comprobarlo por mí misma. La obra que os presento es un libro corto, publicado
por Libros del Asteroide, que tiene muy buenas críticas. Parece ser que es un
libro inspirado en su propia existencia, que cuenta a pesar de la oposición de su
padre a que se viera publicada. A continuación, os dejo mis impresiones.
“Se llamaba Salomón. Murió cuando tenía
cinco años, ahogado en el lago Amatitlán. Así me decía de niño, en Guatemala.
Que el hermano mayor de mi padre, el hijo primogénito de mis abuelos, el que
hubiese sido mi tío Salomón, había muerto ahogad en el lago Amatitlán, en un
accidente, cuando tenía la misma edad, y que jama habían encontrado su cuerpo”
La novela comienza cuando el protagonista llega a un
chalet en Amatitlán que anteriormente había sido propiedad de su abuelo, el
libanés. La finca ya no es propiedad de la familia, pero Eduardo, que es el
propio autor, busca a Isodoro Chavajay, que trabajó durante muchos años para su
abuelo y que sorprendentemente sigue allí. En la mente tiene la resolución de
uno de los grandes interrogantes que condicionaron su niñez.
Mientras intenta averiguar, inevitablemente los recuerdos
vienen a su mente porque esa casa y ese entorno los ha llamado. Escenas de una
infancia primero en Guatemala, a donde sus abuelos emigraron desde el Líbano y
Polonia, y más tarde en Estados Unidos, a donde fueron sus padres buscando
prosperidad.
De esta forma Eduardo Halcón reconstruye sus primeros
años de vida a la vez que nos narra la historia de su familia. Una vida marcada
por la desaparición del niño Salomón, cuyo nombre se convierte en un tabú. A
Eduardo siempre le habían contado que se había ahogado en el río, pero con el
paso de los años siente, o sabe mejor dicho, que esto es solo una historia
contada para tapar la realidad. Las
familias que han sido tocadas por la muerte de un niño parecen vivir con un
fantasma siempre presente. Algo de lo que nunca se recupera uno. Una sombra
para quienes no lo conocieron, como el pequeño Eduardo y su hermano, y una
realidad innombrable para los adultos.
La historia nos la narra el propio personaje en primera
persona dando lugar a un relato cargado de emociones y de nostalgia. Pero una
nostalgia por los recuerdos de la niñez empañada por el misterio. El de la
muerte del tío Salomón, que nunca llegó a ser tío, porque murió con cinco años.
Una muerte que obsesionaba tanto a su hermano como a él, que se les había hecho
hasta inventar un rezo secreto y mirar las aguas del río con recelo. Pero con
el paso de los años la sospecha de que no fue como lo contaron y que los
silencios significaban mucho más le hace buscar la verdad.
Pero no será lo único que descubra conforme va convirtiéndose
en adulto. Sus viajes le llevarán por muchos de los lugares que fueron
importantes en la historia de sus padres y abuelos. Uno de ellos libanés y el
otro polaco, que pasó algún tiempo en un campo de concentración (y cuyo número
de prisionero Eduardo pensaba que era un número de teléfono). Una mezcla de
culturas y religiones (son judios) que se adapta al pueblo guatemalteco. Aunque
más tarde sus padres se trasladen a Estados Unidos y el joven cambie la
percepción de su mundo. Luego llegaría el distanciamiento con su hermano. Sin motivos
aparentes, sin discusiones, pero ahí presente.
Y los protagonistas de esta historia son su familia, pero
a través de la visión que el protagonista guarda de ellos. De esos recuerdos
que se han quedado grabados salen escenas muy significativas que con poco dicen
mucho. Es una novela cargada de realidad, pero a la vez el autor se permite la
licencia de incluir algunas otras cosas que tienen un punto de magia. No magia
en el sentido de ciencia ficción sino quizá más próximas al realismo mágico sin
llegar a ser un libro que lo toca del todo.
Duelo es un
texto que apenas supera las cien páginas y se lee con muchísimo agrado. Breve
pero intenso resulta maravillosa la forma de narrar del autor, de intercalar
esos recuerdos, sus viajes, con el presente.
Su estilo es cercano, casi íntimo, con frases muy acertadas aunque
parcas en detalles. Un texto plagado de emociones, de nostalgia, de una mirada
hacia el pasado que inquieta. Porque las tragedias a los niños nos las
enmascaran con otras historias y crecemos convencidas de ellas.
Conclusión
Duelo es una
novela que explora los recuerdos de un niño para reinventarlos y acercarlos a
la realidad. Una novela que atrapa y envuelve por la calidad de su narración y
que tiene un toque nostálgico y muy emocional. Sin duda, volveré a leer a este
autor.