Título:
La niña perdida
Autora:
Elena Ferrante
Publicación:
Lumen, octubre de 2015
Páginas:
544
Lila y Elena son ahora adultas y han tomado
caminos distintos: Elena dejó Nápoles para casarse y convertirse en una
escritora de éxito en Milán. Solo un amor de juventud que vuelve a florecer la
devolverá a Nápoles, donde la espera Lina, que ahora es madre y además ha triunfado
muy a su manera en el negocio local. Elena es la señora culta. Lina es en apariencia
la mujer de barrio, ignorante y poco dispuesta al refinamiento, pero la
inteligencia pura y la intuición están del lado de Lina.
Los hechos se precipitan cuando un buen día
de repente, la hija de Lina desaparece: ¿asesinato, rapto, muerte? Nadie sabe,
y el barrio murmura. Desde entonces, Lina ya no es la misma y la locura acecha.
Todo-los hombres, las mujeres, el paisaje, la ciudad entera e Nápoles-se convierten
en testigos del duelo de una madre que no saber llorar y un buen día también
desaparecerá, devolviendo al lector a las primeras páginas de esta espléndida
saga.
Mis impresiones
Ha
llegado el momento de hablaros de la novela que completa la saga Dos amigas de Elena Ferrante. Para mí ha
sido un gran descubrimiento al que me acerqué por las buenas referencias que
había sobre ella pero en mi caso particular ha sido una tetralogía que se ha
ido haciendo mayor y mejor en cada uno de sus volúmenes hasta el punto de que
ayer al cerrar La niña perdida sentí
lástima y un gran vacío al tener que desprenderme de todos sus personajes.
En La amiga
estupenda, Un mal hombre y Las
deudas del cuerpo conocimos a dos niñas que crecían en Nápoles en los años
cuarenta. Su amistad casi parecía un milagro y las hemos seguido en su mundo
infantil de muñecas y juegos, luego hemos visto cómo sus cuerpos y sus mentes
iban creciendo, abriendo los ojos a la vida real, relacionándose con los
hombres y por fin llegar a la vida adulta cada una por caminos muy distintos.
Una optó por estudiar y la otra se vio obligada a casarse muy joven. Una logró
salir de ese barrio pobre en que nacieron y la otra se quedó allí.
En La niña perdida sus vidas vuelven a dar
un vuelco. Lenù ha abandonado a su marido dispuesta a vivir el gran amor de su
vida aunque las lágrimas por fin le mostrarán quien es ese hombre al que lleva
toda la vida amando en secreto. Sigue intentando escribir y poder vivir de ello
para lo que decide volver al barrio del que un día huyó. Compartiendo el mismo edificio,
las dos amigas encontrarán diversas cuestiones que las acerquen de nuevo. Lila
también ha tomado otro camino en su vida y ahora que se ha deshecho de la
pobreza y los abusos que ello conllevaba, ha perdido quizás lo más importante
de su vida. Nada podrá ya sustituirlo. Nada podrá ya hacerle encontrar la paz.
En
estas cuatro novelas no es tanto lo que ocurre, es decir su trama, sino como la forma en que Elena Ferrante la
engarza con los sentimientos y emociones con las que lo viven sus protagonistas
ya qu es una saga, en mi opinión, muy visceral. Ya os he comentado al principio
que para mí cada uno de estos volúmenes supera al anterior y cada palabra de
este último ha sido una auténtica delicia. Uno de los temas que eché de menos
en las anteriores novelas, y que señalé en la reseña de La amiga estupenda, es que se profundizará en la relación de Lenù
con su madre y me ha encantado que en esta novela se dedique un espacio a
ellas. Si en el pasado ambas han mostrado su peor cara a la otra, han
discutido, se han prácticamente repudiado, ha llegado el momento de acercarse,
de comprenderse dentro de las posibilidades que ofrece esa complicada relación
que siempre han tenido y llegar a una reconciliación. Lenú ya es madre y
empieza a comprender a la suya.
La
maternidad, de diferentes mareras y matices, también estuvo muy presente en la
novela anterior, mostrándonos por un lado la dificultad de conciliar la vida
familiar con la laboral para una mujer sola y aunque en esta sigue el mismo
camino (Lenù tiene una carrera profesional que le exige viajar constantemente)
también nos muestra ese cambio generacional. Las hijas se rebelan contra sus
madres, se producen enfrentamientos al llegar a la adolescencia, se ponen en
relieve las carencias y la incomunicación y los diferentes puntos de vista
alejan a unas de las otras. Como ocurre
con otros muchos temas también este será un punto que una a las dos amigas y a
la vez les cause sinsabores. Elena Ferrante nos muestra de forma descarnada la
cara más dura y menos emotiva de la maternidad. No siembra la novela de ideales,
ni madres coraje capaz de cualquier cosa por sus hijos pero a la vez estas
mujeres sufren y el sentimiento de culpa las invade.
Lina
y Lenù han pasado por diferentes momentos en su relación. Se han apoyado la una
en la otra en ciertas ocasiones, se han ayudado pero también se han mentido, se
han hecho daño, han competido, han compartido el mismo hombre. Lina, que ya en
la primera novela se definía como “la mala” es fuerte, ambiciosa y encontrará
la manera de encauzar su vida y casi dominar el barrio. Aunque también lo hará
Lenù tras su separación y la perdida de la protección de los Airota, su familia
política tendrá todo en su contra para sacar a flote su carrera como escritora.
No por el ansia de crear, de dejar un legado o expresarse sino que tiene que
escribir porque necesita el dinero para alimentar a su familia.
Y por
supuesto, como sucedió en las entregas anteriores, Elena Ferrante nos habla de
violencia, de abusos, de pobreza, de ambición, de los prejuicios y del poder
del dinero en el barrio miserable y peligroso dominado por unos pocos y en
donde desgraciadamente nacieron Lila y Lenú, dos chicas inteligentes y
despiertas. Y a ellas les influye el entorno y relación con los habitantes de
este barrio marcando sus vidas y sus vivencias. En un lugar marcado por la
escasa cultura de sus vecinos, la autora nos demuestra que no solo hay una
manera de prosperar a través del estudio (aunque obviamente es una herramienta
poderosa) sino que la inteligencia, la capacidad de autoinventarse y adaptarse
son tan importantes como la constancia.
La
narradora de La niña perdida sigue
siendo Lenù en primera persona y de forma introspectiva que nos va desgranando
minuciosamente la historia (desde los
años cincuenta hasta la actualidad) con ese estilo tan personal y peculiar. Sin
adornos, ni elementos superficiales pero con elegancia natural y sobre todo
mucha intensidad a la hora de hablar de emociones y sentimientos. Elena
Ferrante no ofrece concesiones a sus personajes, les otorga momentos de
felicidad pasajera pero todo termina torciéndose. NO hay romanticismo, no hay
promesas de amor eterno, no hay un camino fácil, ni finales completamente felices.
Hay realidad, la vida misma que va pasando por diferentes etapas. En esta
ocasión ya ha llegado el momento de ir cerrando todas aquellas historias que
hemos ido viviendo en la tetralogía y darles a sus personajes un final o un
nuevo principio (depende de cómo se mire).
Conclusión
Me
despido de Lila y Lenù, dos personajes que nunca olvidaré, con la sensación de
haber leído una saga fascinante que ha ido conquistándome más y más en cada uno
de sus volúmenes. Intensa, desgarradora, potente y maravillosa es la obra de Elena
Ferrante y volveré a leerla.