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lunes, 25 de mayo de 2015

La lengua de los secretos - Martín Abrisketa



Título: La lengua de los secretos
Autor: Martín Abrisketa
Publicación: Roca, marzo de 2015
Páginas: 528

Martintxo nació en un queso: su Arrigorriaga natal estaba perforada por las minas que llevaron a tanta gente a trabajar a una tierra donde sus habitantes aún cuidaban vacas y hablaban «la lengua de los secretos». Siendo aún niño, ve también cómo la guerra perfora su pueblo con las bombas de los pilotos alemanes. Tras separarse de sus padres, debe ponerse al frente de sus tres hermanos y huir de la devastación; primero a Santander y más adelante a un pueblecito de los Alpes franceses, ya como «niños de guerra».

La lengua de los secretos es una novela conmovedora y a la vez mágica, capaz de envolvernos en la sensibilidad de un niño travieso y muy valiente, que se ve obligado a proteger a sus hermanos y a luchar contra la barbarie de la guerra con la imaginación y los sueños como única arma.

Mis impresiones

Parece que ya es imposible darle una vuelta de tuerca al tema de la Guerra Civil Española y sorprender al lector que conozca el tema y haya leído novelas ambientadas en este periodo. Pero Martín Abrisketa lo ha conseguido con La lengua de los secretos una novela con un punto de vista distinto y sobre todo muy emocional. En ella nos narra la historia de su padre, similar a la que les tocó vivir a muchos niños que tuvieron la mala suerte de encontrarse de lleno en ella y que además de robarle la infancia para siempre condicionó su vida de forma futura.

“Todos los niños lloran, excepto uno; y ese niño es mi padre. Martín Abrisqueta nació una madrugada de noviembre de mil novecientos veintitantos en un queso. Al menos eso fue lo que pensó cuando abrió los ojos y vio que buena parte del mundo que lo rodeaba estaba comido por agujeros, como los quesos de bola. La culpa la tenían los mayores, que se pasaban el día cavando aquí y allá y lo dejaban todo patas arriba. Los mayores eran unos tipos misteriosos, y muy serios.
Pero ¿por qué hacen eso?, preguntó a sus amigos en cuanto aprendió a hablar.”

Martintxo es un niño como otro cualquiera. Vive en un caserío en Arrigorriaga, un pequeño pueblo entre las montañas cercano a Bilbao, en donde su infancia transcurre con toda la normalidad del mundo. Hijo de una familia numerosa, mientras su padre trabajaba en una fábrica de clavos y su madre se ocupaba de infinidad de tareas de la casa y el campo él ayudaba cuidando las vacas. Aún así encontraba siempre momentos para hacer travesuras con sus amigos Satur y Cosme. Esta es la historia de un niño que vive en un mundo colmado de felicidad que se rompe cuando en España se declara la Guerra Civil. Con el miedo en el cuerpo, la familia emprende la huida sin más remedio que separarse ¿Volverán a reencontrarse?

La lengua de los secretos es una novela inmensamente emocional que depara al lector toda una montaña rusa de sentimientos. En ella confluyen la ternura, la tristeza, momentos divertidos, otros mágicos y sobre todo el amor, cariño y respeto hacia la familia. Lo que tiene de especial esta novela es que vamos percibiendo lo que ocurrió en la Guerra Civil a través de los ojos de un niño que no llega a entender por completo lo que está ocurriendo a su alrededor porque los adultos no se lo han explicado, que lo vive desde la inocencia y lo interpreta a su manera. Primero son las sirenas que alertan de llegada de la llegada de los trimotores aviados por los pilotos alemanes, el estallido de las bombas, los obuses para luego después encontrarse al enemigo pisando su propia tierra.  

Martin es un personaje entrañable al que poco a poco el lector va queriendo. Un niño despistado, imaginativo y ocurrente que soñaba con volar mientras vigilaba las vacas por lo que no era extraño que alguna cabeza sufriera algún accidente de vez en cuando. Le da un significado a las cosas muy especial. Se deja llevar por la curiosidad y el convierte el pánico de los adultos en un juego de aventuras. Porque el niño se convierte en un soldado invencible, la guerra en un entretenimiento, que más que miedo cuando llegan los aviones su instinto le llama a observar, a convertir esas amenazas en elementos simbólicos, a vivir más tarde en un país llamado Nunca Jamás en el que solo él podía ser Peter Pan. Y como tal, sacar adelante a sus hermanos.

La historia la escribe Martín, el hijo del pequeño Martinxo, que quería contar esta historia y lo hizo con la ayuda de su padre cuyos recuerdos fueron dolorosos pero que también le sirvió para reconciliarse con un padre con el que en algunos momentos de su vida no podía entenderse y su relación se convirtió en silencio.  De este modo a la historia principal se intercalaban algunos capítulos, titulados con un bis, en los que el autor abre su corazón. Nos habla de sus sentimientos, de su familia, de la relación con su padre, del dolor que genera la pérdida prematura de un ser querido y de lo que para él ha supuesto escribir la novela. Estos capítulos nos transmiten una gran sensibilidad, en mi opinión, la de un hombre que quizás por madurez ha comprendido muchas cosas que tenía delante pero no era capaz de ver.

El estilo con que está narrado es muy ameno y fluido, a través de capítulos cortos y con diálogos insertados en la propia narración. Martín Abrisketa compone un relato que por su forma de narrar evoca a la infancia y la imaginación evitando caer en la sensiblería y el dramatismo y agravar las situaciones de forma innecesaria.  Hay un narrador en tercera persona que da pie en ciertas ocasiones a la voz del protagonista y en la que se incluyen cartas o dibujos . Mi única pega es el uso excesivo de onomatopeyas.

La lengua de los secretos comienza  en los años treinta en un pueblo de Bilbao llamado Arrigoriaga en el que la vida transcurría con sencillez y normalidad. Los niños reían, jugaban y soñaban mientras el mundo de los adultos estaba marcado por el trabajo duro en la mina, los campos o las fábricas. Llegó un momento en que Martín junto a sus hermanos (Lucas, Matilde y Luisa) tuvieron que abandonar su hogar y sin despedirse de sus padres llegaron a Santander donde pasaron infinidad de penurias entre ellas el hambre y el abandono. Luego tendrían que cruzar la frontera francesa como otros tantos refugiados que fueron acogidos en un pequeño pueblo de los Alpes llamado Tenay. No sabían si volverían a encontrarse con sus seres queridos. No sabían lo que les iba a deparar el futuro. Tan solo vivían un presente desolador.

Su título, La lengua de los secretos, hace referencia al euskera, una lengua que hablaban solo unos pocos y que les sirvió para salvaguardar sus confidencias, aquellas que no quisieron que cayeran en oídos ajenos.

Conclusión

La lengua de los secretos ha sido una lectura muy especial en la que he encontrado una gran diversidad de emociones y cuya historia, y nos voy a engañar, a pesar de lo dura que resulta el lector vive con la sensación de que siempre hay una manera de tirar hacia adelante.