lunes, 1 de diciembre de 2014

Yo fui a EGB 2 - Javier Ikaz/Jorge Díaz



Título: Yo fui a EGB 2
Autores: Javier Ikaz/Jorge Díaz
Publicación: Plaza & Janés,  noviembre de 2014
Páginas: 288

Después de que Jorge y Javi, los creadores de Yo fui a EGB, auparan la «egbmanía» al puesto más alto de ventas y lo convirtieran en el libro más vendido del año, ahora regresan para acompañarnos en un nuevo viaje por todo aquello que hizo que los años 70, los 80 y los 90 permanezcan todavía en nuestra memoria.

Sobresaliente para un fenómeno único que, tras revolucionar las redes sociales con sus 800.000 seguidores en facebook y su blog, no acepta imitaciones y merece matrícula de honor.

El Cococrash, la Nancy, los marcianitos, el Mimosín, el Exin Castillos, las colecciones de cromos, el Tente, el gotelé, Tino Casal o Los Fraguel, el nuevo libro de Yo fui a EGB viene cargado de novedades en torno a la música, el cine, la televisión, la comida, el deporte, la tecnología, el mobiliario o las fiestas.

Con muchas más anécdotas, curiosidades y fotografías, si tú también fuiste a EGB, ¿a qué esperas para volver a clase?

Incluye adhesivos y el juego de mesa exclusivo YO FUI A EGB.

Mis impresiones

El año pasado, por estas fechas también, se publicó el libro Yo fui a EGB. Una especie de guía-recordatorio que nos hizo una ilusión tremenda a muchos que hoy somos adultos pero que en su momento cursamos la EGB. El libro es un recopilatorio de objetos, costumbres y manías que determinaron y marcaron para siempre una forma de vida, la que se vivió entre los setenta y los noventa. Recuerdo que al abrir este libro acudieron a mí montones de recuerdos que estaban dormidos pero se mantenían intactos.

Ahora Javier Ikaz y Jorge Díaz vuelven a la carga con una segunda entrega que pretende hacernos rememorar otros detalles de inolvidable época y recuperar a petición de sus seguidores  todo aquello que dejaron fuera en el anterior por falta de espacio. El primer libro, que tuvo un éxito considerable, surgió gracias a un blog (www.yofuiaegb.com) y una página de Facebook que entusiasmó a más de 800.000 usuarios y ganó diversos premios. Su objetivo era, según ellos mismos nos cuentan en el prólogo, animar el día a día de todos esos amigos que se iban uniendo.

Como ya hice en su momento tengo que destacar la preciosa edición con que Plaza & Janés ha publicado esta entrega también. En pasta dura, en su interior encontramos muchísimas fotos a todo color a las que se acompaña un texto lleno de optimismo y energía, ameno, divertido, con sentido del humor, recopilando curiosidades o momentos con los que nos sentiremos identificados porque todos los de nuestra generación los hemos vivido. Además incluye pegatinas y un juego de mesa con preguntas.

Yo fui a EGB 2 se estructura en diez capítulos que agrupan diferentes temáticas relativas a los juegos, la música, la moda, la televisión, las costumbres, etc…

En “Maneras de vivir”, el capítulo que abre el libro, los autores nos relatan un día normal en la vida de Lucas y Nancy, dos niños todo-terreno que derrochan vitalidad y que representan ese niño que fuimos cualquiera de nosotros. Nos despertábamos en una habitación decorada con pósters de las series de moda como Sensación de vivir o nuestros cantantes favoritos como Jason Donovan y donde las casettes de Mecano, Europe, Eros Ramazzotti o Alejandro Sanz ocupaban un lugar especial. Tras un desayuno a base de Cola Cao con cereales Pascual o Galletas Gullón nos íbamos al colegio, con la mochila cargada a más no poder de libros de texto, los lápices de colores y los estuches de varios compartimentos, donde a menudo nos encontrábamos con un «control sorpresa». Pero para la hora del recreo todo estaba olvidado y la comba o goma entre otros muchos juegos nos alivian del susto.

Al llegar a casa, cansados y cargados, en ocasiones teníamos que aguantar la reprimenda de nuestros mayores y las temidas frases: «Como vaya, cobras», «Te voy a dar para que llores con razón» o la peor «Ya verás cuando llegue tu padre…». Un entretenimiento que nos fascinaba era la televisión donde Los mundos de Yupi, Candy Candy o Espinite nos hacían vivir aventuras inigualables.

En el segundo capítulo, “Horror en el ultramarinos”, hacemos un repaso por aquellos alimentos que todos veíamos al abrir la nevera. El Pralín, la mortadela de Popeye, el chorizo Revilla o el pan Bimbo fueron todo un clásico de las meriendas de la época. Pero tampoco podemos dejar de lado las chuches como los Rufinos, las dentaduras Drakis o las piruletas de Fiesta que hacían nuestras delicias. ¿Y quién no recuerda las cajas de galletas surtidas? Normalmente eran las de chocolate las que primero devorábamos y siempre quedaban un par que no gustaban a nadie. Pero hasta que no se terminaban no estaba permitido abrir el otro paquete.

Otro alimento básico de la época fueron los yogures Yoplait (por cierto, ¿alguien sabe que fue de ellos?) o Danone y los “regalos promocionales” que traían. Desde vajillas, cubiertos, imanes para la nevera o cromos. Y quién no recuerdan los eslóganes que nos dejaban esas marcas: «Natillas Danone, listas para gustar ¿repetimos?», «Tu primera colonia, Chispas» o «Y mi quimono, ¡Kia¡».

Un tambor (de Dixan) lleno de juguetes nos recuerda los dardos, las muñecas recortables, los juegos de cartas, los silbatos o los cromos “repes” que intercambiábamos con nuestros amigos. Juguetes sencillos que potenciaban nuestra imaginación al máximo. En el capítulo “¡Mi casa…! (¡Ahí va, y la mía!)” recordamos la moda del gotelé que logró colarse en todas las casas del país que no tenían papel pintado, la opción posible para las paredes. La mesa camilla en el centro de la salita, el tresillo de escay (con sus incómodos ruidos y al que te quedabas pegado en verano), las enciclopedias en el aparador, junto a las fotos de familia, el mueble bar y la cristalería destinada a ocasiones especiales son elementos decorativos inolvidables.


“La tecnología EGB” nada tenía que ver con la actual. No había teléfonos móviles, nadie sabía donde estabas en cada momento porque las cabinas de teléfonos no siempre funcionaban o cuando encontrabas una a menudo estaba ocupada. En aquel momento también había decisiones difíciles sobre qué productos comprar. O si no que se lo digan a los que eligieron el video Beta en vez del VHS. En los ochenta aparecieron los primeros ordenadores personales pero claro, el sistema operativo no daba las facilidades que hoy tenemos y la mayoría nos apañábamos con la Olivetti.

En “¿Echamos un partido?” se hacen eco de los héroes e ídolos deportivos de esa generación (Pelé, Butragueño, Maradona, McErnroe) así como los objetos, ropa, zapatillas, las mascotas imprescindibles (el futbolín, cobi, el balón Mikasa, la bicicleta BH). En “Me paso el día bailando” recordamos a Hombres G (Y el incombustible Sufre mamón), Queen, Miguel Bosé, Loquillo o Mecano, creadores de canciones que aún, a día de hoy, suenan emocionándonos y haciéndonos cantar como locos. ¿y tú que eras? ¿Heavy, punki, rocker o pijo?

“Vaya, vaya, aquí no hay playa”, pero si había ocasión de ir no podía faltar la nevera, las hamacas de flores, el balón de Nieva, el frisbee o las cangrejeras. Los rockys con las camisetas de dibujos animados también marcaron un estilo.

Sin duda la televisión y a pesar de que solo había dos canales y cuya calidad no es comparable con la imagen que tenemos ahora jugaba un papel esencial en nuestra vida. “Mirando la programación” evoca aquellos entretenimientos como La bola de cristal, Corrupción en Miami, Dragones y mazmorras, Verano azul o figuras como Gila, Eugenio, Emilio Aragón o Chicho Ibáñez Serrador.

El último capítulo se titula  “Vuelve, a casa vuelve, por Navidad” analizan como se vivían la Navidad en aquella época en la que era más común poner en casa las figuritas del portal de Belén que el árbol. Los villancicos cantados por Parchís, las panderetas, el especial de Martes y trece que duraba toda la noche.

Conclusión

Abrir Yo fui a EGB 2 es sinónimo de disfrutar de los recuerdos de una vida. Un libro original y divertido capaz de despertar muchas sensaciones en el lector. De esos que es mejor tener a mano porque no te cansas de manosear una y otra vez.